lunes, 10 de junio de 2013

Nota de Cáritas Española en el Día Mundial del Medio Ambiente

En el Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra hoy, Cáritas Española llama la atención sobre la responsabilidad de todos para preservar la integridad del entorno natural en todo el mundo e insiste en que los graves problemas ecológicos actuales requieren un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida.

Apelación a la ciudadanía, a los Gobiernos y a la comunidad internacional

Esta apelación a favor del medio ambiente no se dirige solamente a los ciudadanos sino también a los Gobiernos y a la comunidad internacional, a los que Cáritas reclama un mayor compromiso y un apoyo decidido tanto a la hora de apoyar un acuerdo global que frene el cambio climático, un fenómeno susceptible de poner en riesgo la supervivencia de todos, como de destinar fondos de ayudar a las comunidades vulnerables más afectadas por las fluctuaciones climáticas.

Campaña ”Sembremos Justicia Climática”

Cáritas Española viene impulsando esta línea de sensibilización e incidencia desde el año 2008, en el marco de la campaña “Sembremos Justicia Climática” puesta en marcha por Cáritas Internationalis, en colaboración con CIDSE, una alianza internacional de agencias católicas de desarrollo involucradas en la justicia global. Más tarde, en 2010, la Confederación dio un paso más en ese compromiso con la puesta en marcha de su estrategia de defensa de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), uno de los cuales, el número 7, se centra de manera específica en ese reto, al señalar la necesidad de “promover el desarrollo sostenible y disminuir la pérdida de recursos ambientales, aumentar el acceso al agua limpia y reducir la pérdida de la biodiversidad”.

“Sembremos Justicia Climática” es una campaña de carácter global apoyada por 180 organizaciones católicas para el desarrollo de todo el mundo y que reclama el acceso universal de los bienes para todas los seres humanos, porque la Creación es de todos. Esta defensa se hace especialmente en nombre de quienes más sufren las consecuencias del cambio climático y que no tienen oportunidad de exigir en los foros internacionales que los países industrializados se comprometan a reducir sus emisiones de gases de invernadero y a implementar políticas ambientales en Administraciones, empresas y familias.

En el marco de esta campaña, la red Cáritas organiza desde 2008 una intensa agenda de eventos ecuménicos y de elaboración de documentos, además de están presente de forma activa en las sucesivas cumbres internacionales sobre cambio climático, como las celebradas en Durban en 2011 y en Doha en 2012. En esta última cita, CIDSE y Cáritas Internationalis pidieron mayores recortes a las emisiones de gases de efecto invernadero, más fondos para que los países en vías de desarrollo puedan mitigar los efectos del cambio climático y adaptarse a ellos, y un plan de trabajo claro que permita alcanzar un acuerdo mundial sobre el clima en 2015.

Cáritas en acción

Junto a esta labor de incidencia, toda la red Cáritas lucha desde hace décadas para paliar el impacto de las crisis y emergencias relacionadas con el cambio climático, cuya frecuencia e intensidad no dejan de aumentar en los últimos años. De hecho, en la actualidad siete de cada diez catástrofes naturales tienen que ver el clima.

También está aumentando la población vulnerable a los efectos del cambio climático. Se estima que la supervivencia de unos 2.000 millones de personas en todo el mundo depende de unos ecosistemas muy frágiles localizados en zonas áridas y semiáridas. Y son los agricultores, pastores y pescadores pobres los más afectados por este fenómeno, y los que disponen de menos medios para adaptarse a estos cambios.

Esta es la razón por la que uno de los ejes estratégicos de la Confederación Cáritas Española en el ámbito de la cooperación internacional se dirija a la puesta en marcha en terceros países de programas de acompañamiento a las comunidades más vulnerables ante el cambio climático. Las acciones se centran en aquellas actividades relacionadas con la prevención ante futuros desastres, la consolidación de sistemas de agricultura sostenible, el cuidado del medio ambiente y la seguridad alimentaria, entre otros.

Agricultura sostenible en Filipinas

Un ejemplo de este trabajo es el apoyo al programa de desarrollo comunitario rural que, de la mano de la Cáritas local, se lleva a cabo actualmente en Filipinas, cuyo objetivo es promover la práctica de la agricultura sostenible y la gestión de los recursos naturales para posibilitar la protección del medio ambiente. Este proyecto, localizado en Luzón, una de las islas del archipiélago filipino más vulnerable a los efectos del cambio climático y al azote de los tifones, se orienta, también, a la transformación económica y social de las comunidades locales.

Huertos comunitarios en Burkina Faso

En África, las consecuencias del cambio climático son distintas, provocadas sobre todo por la sequía y que en el último año ha causado una grave crisis alimentaria en toda la Franja del Sahel. Cáritas está apoyando programas de desarrollo en toda la región para anticiparse a posibles adversidades meteorológicas y mejorar la seguridad alimentaria de la población. Una muestra de esa intervención que viene ejecutándose desde hace años, es el programa de creación de huertos comunitarios en Barsalgo (Burkina Faso), una zona donde las malas cosechas impulsan a las familias a buscar alternativas de generación de ingresos con el que comprar los cereales que logran obtener con las cosechas anuales.

La creación y el sostenimiento de huertos comunitarios –que incluye la excavación de pozos, la plantación de árboles y construcción de almacene– está permitiendo a las familias cultivar tomates, cebollas y frutas, que, además de garantizarles una fuente de ingresos, ayudan a la comunidad local a diversificar su alimentación y mejorar sus aportes vitamínicos.

Modelo alternativo de producción agrícola en Nicaragua

La seguridad alimentaria es también el objetivo del proyecto que Cáritas acaba de poner en marcha en nueve comunidades de los departamentos nicaragüenses de Estelí, Matagalpa y Juigalpa. Se trata de un programa trienal dirigido a consolidar un modelo alternativo de producción de alimentos mediante la aplicación de fórmulas de agricultura sostenible desde un punto de vista social, económico y medioambiental. Ese objetivo quiere alcanzarse mediante la conservación de la sabiduría agrícola ancestral de los campesinos de la zona y el uso de materiales biológicos conocidos y validados por la población local tras siglos de prácticas agrícolas.

Con esta iniciativa –que promueve la producción de alimentos en 270 huertos comunitarios y la creación de nueve bancos de semillas criollas–, Cáritas quiere contribuir a garantizar la alimentación de la población y mejorar su capacidad de adaptación ante las fluctuaciones impuestas por el cambio climático. Y es que esta propuesta surgió a la vista de las consecuencias de la depresión tropical que afectó a Nicaragua en 2011 y que puso de manifiesto la vulnerabilidad de estas comunidades, con vías de acceso muy precarias y poco acompañamiento, y que, cada año, sufren escasez de semillas y alimentos, debido a las variaciones climatológicas.


(www.caritas.es)

El Papa Francisco en el Día Mundial del Medio Ambiente

Este es el texto completo de la catequesis del Papa Francisco del día 5 de junio, día mundial del medio ambiente. En mi opinión se trata de toda una declaración de intenciones sobre este tema.

Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
Hoy quiero centrarme en el tema del medio ambiente, como ya he tenido ocasión de hacerlo en varias ocasiones. Me lo sugiere el Día Mundial del Medio Ambiente que celebramos hoy, patrocinado por las Naciones Unidas, que lanza un fuerte llamado a de la necesidad de eliminar los desperdicios y la destrucción de los alimentos.
Cuando hablamos de medio ambiente, de la creación, mi pensamiento se dirige a las primeras páginas de la Biblia, al Libro del Génesis, donde se afirma que Dios puso al hombre y a la mujer en la tierra para que la cultivaran y la cuidaran (cf. 2:15). Y me pregunto: ¿Qué significa cultivar y cuidar la tierra? ¿Realmente estamos cultivando y resguardando lo creado?, ¿o lo estamos explotando y descuidando?
El verbo "cultivar" me recuerda la atención que el agricultor tiene por su tierra, para que dé frutos, y éstos sean compartidos: ¡cuánta atención, pasión y dedicación! Cultivar y cuidar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al principio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto; significa hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos. Y Benedicto XVI ha recordado en varias ocasiones que esta tarea, confiada a nosotros por Dios Creador, requiere que se capte el ritmo y la lógica de la creación.
Nosotros, en cambio, a menudo llevados por la soberbia del dominio, del poseer, de manipular, de explotar; no, no "custodiamos la creación", no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que debemos cuidar. Estamos perdiendo la actitud de la admiración, de la contemplación, de la escucha de la creación; y por lo tanto ya no somos capaces de leer lo que Benedicto XVI llama "el ritmo de la historia de amor entre Dios y el hombre." ¿Por qué sucede esto? Porque pensamos y vivimos de una manera horizontal, nos hemos alejado de Dios, no leemos sus signos.
Pero "cultivar y cuidar" incluye no sólo la relación entre nosotros y el medio ambiente, entre el hombre y la creación, sino que comprende también las relaciones humanas. Los Papas han hablado de ecología humana, estrechamente vinculado a la ecología ambiental. Estamos viviendo un momento de crisis; lo vemos en el ambiente, pero sobre todo lo vemos en el hombre. ¡La persona humana está en peligro! – esto es cierto ¡hoy la persona humana está en peligro! ¡He aquí la urgencia de la ecología humana! Y el peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda: no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y de antropología.
La Iglesia lo ha subrayado tantas veces. Y muchos dicen: sí es justo, es verdad... pero el sistema sigue como antes, porque las que dominan son las dinámicas de una economía y de una finanza que carecen de ética. El que manda hoy no es el hombre, es el dinero, el dinero. El dinero manda. Dios, nuestro Padre ha dado la tarea de custodiar la tierra, no el dinero. Sino de custodiarnos, a los hombres y las mujeres. Tenemos este deber.
Por lo tanto, hombres y mujeres son sacrificados a los ídolos de la ganancia y del consumo: es ‘la cultura del descarte’. Si se estropea un ordenador es una tragedia, pero la pobreza, las necesidades y los dramas de tantas personas acaban entrando en la normalidad... Si una noche de invierno, aquí cerca - en la plaza Ottaviano, por ejemplo, muere una persona, esa no es una noticia. Si en tantas partes del mundo hay niños que no tienen qué comer, esa no es una noticia, parece normal. ¡Esto no puede ser! Y estas cosas entran en la normalidad.
Que algunas personas sin techo se mueran de frío en la calle no es noticia. Por el contrario, por ejemplo, una bajada de diez puntos en las bolsas de algunas ciudades, eso sí se vuelve una tragedia. La persona que muere no es noticia, pero si las bolsas bajan diez puntos, es una tragedia. De este modo, las personas son descartables, nosotros las personas somos descartables, como desechos.
Esta "cultura del descarte" tiende a convertirse en mentalidad común, que contagia a todos. La vida humana, la persona ya no se perciben como un valor primordial que ha de ser respetado y protegido, especialmente si son pobres o discapacitados, si aún no sirve -como el niño que está por nacer- o ya no es necesario -como los ancianos. Esta cultura del descarte nos ha hecho insensibles incluso a los desperdicios, a los residuos de los alimentos, que es aún más despreciable, cuando en todo el mundo, por desgracia, muchas personas y familias sufren hambre y desnutrición.
En el pasado, nuestros abuelos eran muy cuidadosos de no tirar nada de los restos de comida. El consumismo nos ha habituado tanto a lo superfluo y al desperdicio de la comida diaria, que a veces ya no somos capaces de dar el justo valor, que va mucho más allá de los simples parámetros económicos. ¡Recordemos bien, sin embargo, que la comida que se tira es como si fuera robada de la mesa de los pobres y de los hambrientos! Invito a todos a reflexionar sobre el problema del desperdicio y del derroche de los alimentos y buscar los medios que, abordando seriamente esta problemática, sean un vehículo de solidaridad y de compartir con los más necesitados.
Hace unos días, en la fiesta del Corpus Christi, hemos leído la historia del milagro de los panes: Jesús da de comer a la multitud con cinco panes y dos peces. Y la conclusión del pasaje es importante: " Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas". (Lc 9:17) ¡Jesús pide a sus discípulos que no se pierda nada: que no haya desperdicios! Y hay este hecho de las doce cestas: ¿Por qué doce? ¿Qué quiere decir esto? Doce es el número de las tribus de Israel, simbólicamente representa a todo el pueblo. Y esto nos explica que cuando la comida se comparte de manera justa, solidaria, no se priva a nadie de lo necesario, cada comunidad puede satisfacer las necesidades de los más pobres. La ecología humana y la ecología ambiental caminan juntas.
Quisiera, pues, que tomásemos todos el serio compromiso de respetar y proteger la creación, de estar atentos con todas las personas, de contrarrestar la cultura de los desperdicios y de descarte, para promover una cultura de la solidaridad y del encuentro. ¡Gracias!