viernes, 16 de febrero de 2018

La Iglesia y el agua

El agua es la base de la vida humana, de la sociedad y de su desarrollo. Sin ella la vida no puede existir, y sin el derecho al acceso al agua cualquier discusión sobre los derechos humanos sería fútil. Ahora bien, una cosa es la belleza de este enunciado y otra la cruda realidad: menos del 2 por ciento
del agua de nuestro planeta es dulce y directamente accesible al ser humano, y un tercio de la población mundial vive bajo estrés hídrico (una cifra que, según estimaciones, llegará a dos tercios para 2025). Por otra parte, hay una gran diversidad entre el hemisferio norte y sur. Mientras en el primero la inmensa mayoría de la población disfruta de este preciado recurso, en el segundo casi  .000 millones de personas no tienen un acceso seguro al agua potable limpia y de calidad. La creciente preocupación de la comunidad internacional por un elemento tan esencial como el agua ha cristalizado en uno de los 17 «Objetivos de Desarrollo Sostenible», en concreto en el número 6, donde se pide que quede garantizado el acceso universal y equitativo al agua potable, a un precio asequible para todos. El acceso al agua se convierte, por tanto, en un requisito necesario para alcanzar la pretensión de la Agenda ONU 2030 de «no dejar a nadie atrás» y asegurar la libertad de cada persona. La falta de este requisito lleva consigo desigualdades, crisis, pobreza e imposibilidad
de ejercitar plenamente los derechos para vivir con dignidad.

Derecho al agua. Revista Cáritas
Mons. Fernando Chica Arellano, observador permanente de la Santa Sede ante la FAO, el IFAD y el PMA

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Ver documento Water and Human Rights. A Catholic Perspective on the
Human Right to Water

La situación del agua en el mundo a la luz de Laudato Si’

Uno de los principales problemas ambientales que el papa Francisco trata en su encíclica Laudato Si´ es el que denomina “la cuestión del agua” (capítulo primero, II, puntos 27 a 31). Se trata de un problema común al resto de los recursos naturales, en riesgo de agotamiento por consumo irracional y los perniciosos y extendidos hábitos de gastar y tirar. Dice el papa que “el agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos”. Introduce el concepto de “pobreza del agua social”, describiendo la situación del continente africano, donde algunos países están afectados por una desigualdad en la distribución de este recurso. El papa denuncia que el agua provoca muertes a diario; en este sentido, hay que decir, según  datos de organismos internacionales, que mueren al día unas 10.000 personas (la mitad niños) debido a la escasez de agua o a la falta de calidad. Francisco denuncia también los peligros de la privatización del agua, indicando que “el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas”, añadiendo una de esas frases tan rotundas como ciertas que abundan en esta encíclica: “este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable”. Por otra parte, destaca el papa, que la escasez del agua provocará un mayor coste de los alimentos y advierte que, posiblemente, se convertirá en una de las principales fuentes de grandes conflictos en este siglo.

En el trabajo que se presenta, se analiza la situación del agua a nivel mundial, siguiendo las orientaciones establecidas por el papa Francisco en esta encíclica. Para ello se utilizan datos sobre el uso de este recurso natural que ofrecen organismos internacionales y ONG’s de prestigio, así como las normativas más importante al respecto, principalmente la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea.

Comunicación en el CONGRESO INTERNACIONAL LAUDATO SI´ DE ECOLOGÍA INTEGRAL Y MEDIO AMBIENTE


sábado, 27 de enero de 2018

El mensaje del Papa Francisco a Davos18

Para el profesor Klaus Schwab, Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial

Agradezco su invitación para participar en el Foro Económico Mundial 2018 y su deseo de incluir la perspectiva de la Iglesia Católica y de la Santa Sede en la reunión en Davos. También les agradezco sus esfuerzos por acercar esta perspectiva a la atención de los participantes, incluidas las distinguidas autoridades políticas y gubernamentales presentes y todos aquellos involucrados en los negocios, la economía, el trabajo y la cultura, mientras discuten los desafíos, preocupaciones, esperanzas y perspectivas del mundo de hoy y del futuro.

El tema elegido para el foro de este año - Crear un futuro compartido en un mundo fracturado - es muy oportuno. Confío en que ayudará a orientar sus deliberaciones en la búsqueda de mejores bases para construir sociedades inclusivas, justas y solidarias, capaces de restaurar la dignidad de aquellos que viven con gran incertidumbre y que no pueden soñar con un mundo mejor.
A nivel de gobernanza global, somos cada vez más conscientes de que existe una creciente fragmentación entre los Estados y las instituciones. Están surgiendo nuevos actores, así como una nueva competencia económica y acuerdos comerciales regionales. Las nuevas tecnologías están transformando los modelos económicos y el mundo globalizado, de tal forma que, condicionadas por intereses privados y una ambición de lucro a toda costa, parecen favorecer una mayor fragmentación e individualismo, en lugar de facilitar enfoques que sean más inclusivos.

La inestabilidad financiera han traído nuevos problemas y serios desafíos que los gobiernos deben enfrentar, como el aumento del desempleo y de la pobreza, la ampliación de la brecha socioeconómica y las nuevas formas de esclavitud, a menudo enraizadas en situaciones de conflicto, migración y diversos problemas sociales. "Junto a ello, encontramos ciertos estilos de vida bastante egoístas, marcados por una opulencia que ya no es sostenible y con frecuencia indiferentes al mundo que nos rodea, y especialmente a los más pobres entre los pobres. Para nuestra sorpresa, vemos que las cuestiones técnicas y económicas dominan el debate político, en detrimento de una preocupación genuina por los seres humanos. Los hombres y las mujeres corren el riesgo de verse reducidos a meros engranajes en una maquinaria que los considera meros artículos de consumo para ser explotados, con el resultado de que cada vez que una vida humana ya no es útil para esa maquinaria, se descarta con pocos reparos” (Discurso en el Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 de noviembre de 2014).

En este contexto, es vital salvaguardar la dignidad de la persona humana, en particular ofreciendo a todas las personas oportunidades reales para el desarrollo humano integral y aplicando políticas económicas que favorezcan a la familia. "La libertad económica no debe prevalecer sobre la libertad del hombre y sus derechos, y el mercado no debe ser absoluto, sino respetar las exigencias de la justicia” (Discurso a la Confederación General de la Industria Italiana, 27 de febrero de 2016). Por lo tanto, los modelos económicos también deben observar una ética del desarrollo sostenible e integral, basada en los valores que colocan al ser humano a la persona y sus derechos en el centro.

"Ante las numerosas barreras de la injusticia, la soledad, la desconfianza y la sospecha en nuestros días, el mundo del trabajo está llamado a dar pasos valientes para que 'ser y trabajar juntos' no sea simplemente un eslogan sino un programa para el presente y el futuro” (Ibid.). Solo a través de una resolución firme compartida por todos los actores económicos podemos dar una nueva dirección al destino de nuestro mundo. También la inteligencia artificial, la robótica y otras innovaciones tecnológicas deben emplearse de tal manera que contribuyan al servicio de la humanidad y a la protección de nuestro mundo, y no lo contrario, como lamentablemente algunas estimaciones prevén.