miércoles, 10 de junio de 2009

El desierto del hambre

Carta del Cardenal Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo de Sevilla
Diciembre 2007

Estad dispuestos a dar razón de vuestra esperanza. Así quería San Pedro que se comportaran los cristianos: que expusieran las razones que motivan su conducta. También podemos preguntar a Manos Unidas por las razones que apoyan su campaña anual contra el hambre en el mundo.
Benedicto XVI ha hablado del desierto del hambre, de ese lugar, no sólo donde falta lo más indispensable para vivir, sino lleno de hombres y mujeres hambrientos y condenados a morir por inanición. Aunque nos parezca inconcebible, son víctimas de ese verdugo tan cruel del hambre que acaba con la misma vida de las personas.
Esta situación nos produce vergüenza y es un gran escándalo que irrita hasta la más mínima sensibilidad del hombre. Por eso, buscar el bien de las personas es motivo más que suficiente para emprender cualquier tipo de acción, y tratar de resolver un problema de tan inhumanas dimensiones.
Al acercarnos a ese desierto del hambre, y buscando las causas que originan tanto mal, hemos visto que no son simplemente algunas catástrofes naturales o una situación excepcional, sino que esa epidemia del hambre está provocada por el mismo hombre, efecto de guerras y enemistades entre los pueblos, de injusticias, del mal reparto de los bienes que Dios ha puesto en la mesa de este mundo para que puedan ser alimento para todos.
Es ese mismo clamor de la injusticia el que impulsa a Manos Unidas a poner en marcha unos proyectos, encaminados a que a los hombres y mujeres del mundo les sea reconocido un derecho tan fundamental como es el de vivir, y el de hacerlo con la dignidad que como a personas les corresponde.
Queremos que el asiento de todas las acciones y comportamientos cristianos tengan siempre como base la justicia y el derecho que asiste a las personas. Pero, como cristianos, tenemos también unas sólidas y fuertes razones en la que apoyarnos y que son, al mismo tiempo, el espíritu que ha de definir la identidad de manos unidas como movimiento cristiano.
Hemos visto la situación en la que se encuentran los hijos de Dios. Nuestro corazón se ha conmovido, la misericordia, que es amor cristiano, se pone en camino buscando remedio para tanto mal.
En esos hombres y mujeres hambrientos hemos reconocido el rostro y la vida de nuestro Señor Jesucristo. Él se vistió de nuestra misma naturaleza humana. También con la de los hambrientos de este mundo.
Junto a los proyectos que se proponen, tenemos que poner nuestra oración más confiada. "Danos el pan de cada día". Danos el pan a todos. Y el que más reciba, que nunca se olvide de repartirlo con los que fueron más desfavorecidos.
Son, pues, muchos y muy sólidos y arraigados los motivos que tenemos para emprender, con todo el entusiasmo, una nueva campaña de Manos Unidas. La ayuda de Dios no nos ha de faltar. También el apoyo de nuestra iglesia diocesana.
Con mi bendición.

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