Transcripción del videomensaje que el Papa Benedicto XVI envió a la cumbre de la ONU sobre el cambio climático (Nueva York, 22-9-2009).
Deseo reflexionar hoy sobre la relación entre el Creador y nosotros mismos como custodios de la creación. De este modo deseo ofrecer mi apoyo a los representantes de los gobiernos y agencias internacionales que se reúnen en la sede de las Naciones Unidas para debatir sobre el tema urgente del cambio climático.
La tierra es realmente un don precioso del Creador, que al diseñar su orden intrínseco nos ha proporcionado las directrices que nos ayudan a salvaguardar la creación. Precisamente en este contexto, la Iglesia considera que los temas concernientes al medio ambiente y su protección están íntimamente relacionados con el desarrollo humano integral. En mi reciente encíclica "Caritas in veritate", me referí a estas cuestiones, recordando la "urgente necesidad moral de una renovada solidaridad" (n. 49) no sólo entre los países, sino también entre los individuos, dado que el ambiente natural es dado por Dios a cada uno, y su uso supone una responsabilidad personal con toda la humanidad, especialmente con los pobres y con las generaciones futuras (cf. n. 48).
Qué importante es por tanto el que la comunidad internacional y cada gobierno den las señales adecuadas a sus ciudadanos y logren contrarrestar formas peligrosas de utilización del ambiente. Los que agotan los recursos compartidos deben reconocerlo claramente y cargar con los costes económicos y sociales de ese hecho, que no deben recaer sobre otros pueblos o sobre las generaciones futuras. La protección del ambiente y la salvaguardia de los recursos y del clima obliga a todos los responsables a aunar sus esfuerzos, respetando la ley y promoviendo la solidaridad con las regiones mas frágiles del mundo (cf. n. 50). Juntos podemos alcanzar un desarrollo humano integral beneficioso para todos los pueblos, en el presente y en el futuro, un desarrollo inspirado por los valores de caridad y verdad. Para ello es esencial que el modelo actual de desarrollo global se transforme mediante la toma de conciencia de una responsabilidad más amplia y compartida con la creación: lo exigen no solo factores ambientales, sino también el escándalo del hambre y la pobreza.
Con estos sentimientos, deseo alentar a todos los participantes en la cumbre de las Naciones Unidas a afrontar las discusiones de forma constructiva y con valor generoso. Todos estamos llamados a administrar responsablemente la creación y a utilizar sus recursos de forma que cada ser humano y cada comunidad viva con dignidad y atestigüe "la alianza entre los seres humanos y el ambiente, que debería reflejar el amor creador de Dios" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008, n. 7).
La tierra es realmente un don precioso del Creador, que al diseñar su orden intrínseco nos ha proporcionado las directrices que nos ayudan a salvaguardar la creación. Precisamente en este contexto, la Iglesia considera que los temas concernientes al medio ambiente y su protección están íntimamente relacionados con el desarrollo humano integral. En mi reciente encíclica "Caritas in veritate", me referí a estas cuestiones, recordando la "urgente necesidad moral de una renovada solidaridad" (n. 49) no sólo entre los países, sino también entre los individuos, dado que el ambiente natural es dado por Dios a cada uno, y su uso supone una responsabilidad personal con toda la humanidad, especialmente con los pobres y con las generaciones futuras (cf. n. 48).
Qué importante es por tanto el que la comunidad internacional y cada gobierno den las señales adecuadas a sus ciudadanos y logren contrarrestar formas peligrosas de utilización del ambiente. Los que agotan los recursos compartidos deben reconocerlo claramente y cargar con los costes económicos y sociales de ese hecho, que no deben recaer sobre otros pueblos o sobre las generaciones futuras. La protección del ambiente y la salvaguardia de los recursos y del clima obliga a todos los responsables a aunar sus esfuerzos, respetando la ley y promoviendo la solidaridad con las regiones mas frágiles del mundo (cf. n. 50). Juntos podemos alcanzar un desarrollo humano integral beneficioso para todos los pueblos, en el presente y en el futuro, un desarrollo inspirado por los valores de caridad y verdad. Para ello es esencial que el modelo actual de desarrollo global se transforme mediante la toma de conciencia de una responsabilidad más amplia y compartida con la creación: lo exigen no solo factores ambientales, sino también el escándalo del hambre y la pobreza.
Con estos sentimientos, deseo alentar a todos los participantes en la cumbre de las Naciones Unidas a afrontar las discusiones de forma constructiva y con valor generoso. Todos estamos llamados a administrar responsablemente la creación y a utilizar sus recursos de forma que cada ser humano y cada comunidad viva con dignidad y atestigüe "la alianza entre los seres humanos y el ambiente, que debería reflejar el amor creador de Dios" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008, n. 7).