Para el profesor Klaus Schwab, Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial
Agradezco su invitación para participar en el Foro Económico Mundial 2018 y su deseo de incluir la perspectiva de la Iglesia Católica y de la Santa Sede en la reunión en Davos. También les agradezco sus esfuerzos por acercar esta perspectiva a la atención de los participantes, incluidas las distinguidas autoridades políticas y gubernamentales presentes y todos aquellos involucrados en los negocios, la economía, el trabajo y la cultura, mientras discuten los desafíos, preocupaciones, esperanzas y perspectivas del mundo de hoy y del futuro.
El tema elegido para el foro de este año - Crear un futuro compartido en un mundo fracturado - es muy oportuno. Confío en que ayudará a orientar sus deliberaciones en la búsqueda de mejores bases para construir sociedades inclusivas, justas y solidarias, capaces de restaurar la dignidad de aquellos que viven con gran incertidumbre y que no pueden soñar con un mundo mejor.
A nivel de gobernanza global, somos cada vez más conscientes de que existe una creciente fragmentación entre los Estados y las instituciones. Están surgiendo nuevos actores, así como una nueva competencia económica y acuerdos comerciales regionales. Las nuevas tecnologías están transformando los modelos económicos y el mundo globalizado, de tal forma que, condicionadas por intereses privados y una ambición de lucro a toda costa, parecen favorecer una mayor fragmentación e individualismo, en lugar de facilitar enfoques que sean más inclusivos.
La inestabilidad financiera han traído nuevos problemas y serios desafíos que los gobiernos deben enfrentar, como el aumento del desempleo y de la pobreza, la ampliación de la brecha socioeconómica y las nuevas formas de esclavitud, a menudo enraizadas en situaciones de conflicto, migración y diversos problemas sociales. "Junto a ello, encontramos ciertos estilos de vida bastante egoístas, marcados por una opulencia que ya no es sostenible y con frecuencia indiferentes al mundo que nos rodea, y especialmente a los más pobres entre los pobres. Para nuestra sorpresa, vemos que las cuestiones técnicas y económicas dominan el debate político, en detrimento de una preocupación genuina por los seres humanos. Los hombres y las mujeres corren el riesgo de verse reducidos a meros engranajes en una maquinaria que los considera meros artículos de consumo para ser explotados, con el resultado de que cada vez que una vida humana ya no es útil para esa maquinaria, se descarta con pocos reparos” (Discurso en el Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 de noviembre de 2014).
En este contexto, es vital salvaguardar la dignidad de la persona humana, en particular ofreciendo a todas las personas oportunidades reales para el desarrollo humano integral y aplicando políticas económicas que favorezcan a la familia. "La libertad económica no debe prevalecer sobre la libertad del hombre y sus derechos, y el mercado no debe ser absoluto, sino respetar las exigencias de la justicia” (Discurso a la Confederación General de la Industria Italiana, 27 de febrero de 2016). Por lo tanto, los modelos económicos también deben observar una ética del desarrollo sostenible e integral, basada en los valores que colocan al ser humano a la persona y sus derechos en el centro.
"Ante las numerosas barreras de la injusticia, la soledad, la desconfianza y la sospecha en nuestros días, el mundo del trabajo está llamado a dar pasos valientes para que 'ser y trabajar juntos' no sea simplemente un eslogan sino un programa para el presente y el futuro” (Ibid.). Solo a través de una resolución firme compartida por todos los actores económicos podemos dar una nueva dirección al destino de nuestro mundo. También la inteligencia artificial, la robótica y otras innovaciones tecnológicas deben emplearse de tal manera que contribuyan al servicio de la humanidad y a la protección de nuestro mundo, y no lo contrario, como lamentablemente algunas estimaciones prevén.