Este vetusto abeto, cortado sin dañar la vida del bosque, adecuadamente adornado, permanecerá junto al belén hasta el final de las festividades navideñas (...). Es un significativo símbolo del Nacimiento de Cristo, porque con sus hojas siempre verdes recuerda la vida que no muere.
El árbol y el belén son elementos de aquel clima típico de la Navidad que forma parte del patrimonio espiritual de nuestras comunidades. Es un clima impregnado de religiosidad y de intimidad familiar, que debemos conservar también en las sociedades actuales, donde a veces parecen prevalecer la carrera al consumo y la búsqueda de bienes materiales.
Benedicto XVI (14-diciembre-2007)
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