lunes, 27 de abril de 2015

El agua y la vida

Cuando era estudiante de maestría en El Paso, Texas, alcanzaba a ver desde la biblioteca de la universidad, el Río Bravo que divide México de Estados Unidos, y más allá del lado mexicano, en Ciudad Juárez, unos asentamientos irregulares que carecían de todos los servicios. Uno de esos días, una nota periodística me permitió ver con más detalle el drama que mis ojos solo intuían. En la frontera hace mucho calor en verano, y mucho polvo; algunos bebés habían muerto por deshidratación, producida por diarreas, ocasionadas a su vez por falta de agua potable. Eso es lo que significa que el agua es vida, o muerte.

De acuerdo a los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas, 11 % de la población mundial aún carece de acceso a una fuente de agua segura para beber, equivalente a 783 millones de personas. En México, la cobertura de agua potable era del 91.6 % a finales de 2011, lo que significa que 9.5 millones de mexicanos no tenían entonces acceso a agua potable. Los índices de mortalidad de bebés y niños menores de 5 años, están asociados a la disponibilidad de agua potable de calidad, por lo que los avances en este ámbito tienen impacto en millones de personas.

El agua es un asunto demasiado importante, es literalmente vital, no solo para hombres y mujeres, sino para todo ser vivo, para el medio ambiente, y sin embargo, no le damos la importancia que requiere conservarla en cantidad suficiente y además limpia. Por alguna extraña razón, los gobiernos de los países invierten primero en otras obras de infraestructura que no son vitales, antes de trabajar en lo vital, que es proveer de agua potable.

Quizá pensamos que el agua nunca se va a terminar porque nuestra noción del ciclo hidrológico es un tanto mágica, donde el agua circula todo el tiempo entre la tierra, los seres vivos y la atmósfera, y nos parece inagotable. Y sin embargo, todos hemos visto desaparecer ríos, y hemos visto caudales contaminados con tantas sustancias que prácticamente dejamos de considerarlos ríos y lagos; y los convertimos en canales, drenajes, pantanos; o simplemente ríos, lagunas, y playas contaminadas. La contaminación y el desperdicio del agua es parte de esa cultura del descarte a la que se refirió el Papa Francisco la semana pasada. El agua se renueva, pero nosotros estamos contaminándola y convirtiéndola en fuente de enfermedades y muerte, en lugar de que sea solo fuente de vida.

El 70 % de la superficie del planeta está cubierta por agua, y quizá por eso pensamos que hay agua suficiente, sin embargo, menos del 3 % de esa cantidad es agua dulce, y la mayoría de ella está en los polos congelada. Por lo que a pesar de que la tecnología existe ya para quitar sal al agua de mar y aprovecharla como recurso, el costo asociado hace impensable utilizarla para abatir el rezago en las áreas más pobres que es donde se necesita.

“El agua es vida” solía decir mi padre, mientras observaba como las plantas se mostraban más alegres y lozanas después de una buena lluvia. Era un asomo del ciclo que mantiene vivos a plantas, animales y por supuesto a los seres humanos en este planeta.

Para las personas del campo hacer la asociación entre agua y vida es muy fácil, lamentablemente en las ciudades, entre otras cosas, perdemos el contacto con la naturaleza, y también la perspectiva entre la importancia que el agua tiene para producir alimentos y mantener en equilibrio los ecosistemas, y esto finalmente nos lleva a infravalorar el agua, a no cuidarla y ensuciarla.

En una encuesta sobre cultura del agua, se encontró que la mayoría de las personas que viven en la Ciudad de México son incapaces de asociar el agua con los ríos, los bosques, las montañas, en fin la naturaleza, y solo la asocian con la llave y el drenaje. También, en esa ciudad, sus habitantes asocian río Churubusco, río Mixcoac, río La Piedad, con vialidades y circuitos, no con los ríos que alguna vez existieron en ese lugar.

¿Por qué nuestro planeta se llama Tierra y no Agua? Quizá porque el nombre lo recibió mucho antes de que pudiéramos observar desde el espacio la cantidad de tierra y agua que lo cubre. Los científicos que exploran el espacio y sus incontables estrellas y planetas, buscan planetas donde las condiciones de los mismos permitan que exista agua en forma líquida, definiéndolos como espacios habitables. Esta asociación directa entre la posibilidad de vida y el agua, resalta la importancia que tiene el agua como elemento natural para el funcionamiento de ecosistemas.

En la perspectiva cristiana, ojalá que no seamos motivo del lamento de Dios Padre en Jeremías 2,13 “me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua.” Y qué por el contrario acojamos la invitación del Dios Hijo en Juan 7, 38 “El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva.” Y qué esos ríos, nos motiven entre otras cosas a conservar el agua, en cantidad y calidad, y hacerla disponible para todos, como buenos custodios de la creación.


Óscar Ibáñez

Artículo tomado de encuentra.com

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