El agua es la base de la vida humana, de la sociedad y de su desarrollo. Sin ella la vida no puede existir, y sin el derecho al acceso al agua cualquier discusión sobre los derechos humanos sería fútil. Ahora bien, una cosa es la belleza de este enunciado y otra la cruda realidad: menos del 2 por ciento
del agua de nuestro planeta es dulce y directamente accesible al ser humano, y un tercio de la población mundial vive bajo estrés hídrico (una cifra que, según estimaciones, llegará a dos tercios para 2025). Por otra parte, hay una gran diversidad entre el hemisferio norte y sur. Mientras en el primero la inmensa mayoría de la población disfruta de este preciado recurso, en el segundo casi .000 millones de personas no tienen un acceso seguro al agua potable limpia y de calidad. La creciente preocupación de la comunidad internacional por un elemento tan esencial como el agua ha cristalizado en uno de los 17 «Objetivos de Desarrollo Sostenible», en concreto en el número 6, donde se pide que quede garantizado el acceso universal y equitativo al agua potable, a un precio asequible para todos. El acceso al agua se convierte, por tanto, en un requisito necesario para alcanzar la pretensión de la Agenda ONU 2030 de «no dejar a nadie atrás» y asegurar la libertad de cada persona. La falta de este requisito lleva consigo desigualdades, crisis, pobreza e imposibilidad
de ejercitar plenamente los derechos para vivir con dignidad.
Derecho al agua. Revista Cáritas
Mons. Fernando Chica Arellano, observador permanente de la Santa Sede ante la FAO, el IFAD y el PMA
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Ver documento Water and Human Rights. A Catholic Perspective on the
Human Right to Water
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