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El papa Francisco, en su encíclica Laudato si, ha realizado una propuesta verdaderamente interesante: ha invitado a elaborar un “ecologismo serio” y ha indicado algunos de los presupuestos que ello requeriría.
El primer presupuesto para que haya un ecologismo serio es la negación del relativismo, el respeto a la “verdad” y el “rigor” intelectual consiguiente. Recientemente, un coche causó la muerte de varias personas, entre ellas una mujer, cuyo embarazo se encontraba ya muy avanzado. También murió el niño que llevaba en su vientre. Sin embargo, algunos periodistas, haciendo gala de su carencia de rigor aritmético - informativo, notificaron el suceso sin que llegaran a contar al niño entre los fallecidos.
La problemática ecológica tiene por objeto la totalidad de un Cosmos en el que todo está interrelacionado. Incluye incluso algunos conocimientos extraordinariamente complejos. No basta una solución superficial, hay que ir a las raíces mismas del problema. Se sigue que la ecología, además de necesitar de ciencias particulares rigurosas –ciencias naturales,…-, requiere también de un saber universal que logre ser muy profundo. Dicho en otras palabras, por lo que respecta al conocimiento natural humano, precisa de una verdadera filosofía. Por consiguiente, la ecología sólo podrá fundamentarse en lo que clásicamente se ha denominado “metafísica”.
Una ecología seria ha de ser una ecología integral. Sería absurda una ecología de la Naturaleza que estuviese cerrada a las naturalezas humanas. La misma requiere del “humanismo” como de uno de sus grandes presupuestos. No obstante, la era atómica, la era espacial,…, demuestra constantemente, con los hechos mismos, que está dotada de un importante déficit de humanismo. Si el siglo XX fue el siglo de los mártires y el de las guerras mundiales, el siglo XXI se encuentra inmerso en graves problemas: a) tantos millones de abortos, b) los excluidos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas (cf. Laudato si, n. 49), c) el drama de los refugiados, d) el desequilibrio entre el Norte y el Sur que ocasiona tantas muertes en el Mediterráneo, e) la persecución religiosa, f) la contaminación que provoca millones de muertes prematuras (Ibidem, n. 20), g) la dictadura que sobre la política están ejerciendo el mercado, las finanzas y la tecnolatría, h) el peligro de una posible destrucción de la Tierra,... Este nuevo panorama mundial muestra claramente como la suposición según la cual el progreso económico, científico y tecnológico, resultaría suficiente para resolver todos los problemas de la humanidad, no es sino un mero mito de la modernidad.
Así pues, son los hechos mismos los que están mostrando que el nivel de humanismo logrado por la actual cultura del reduccionismo científico – tecnológico resulta ser muy inferior al alcanzado por el pensamiento cristiano, cuya síntesis es la caridad, el amor. Por consiguiente, si aquella frecuentemente fue crítica para con ésta, deberá despertar de su sueño y lograr asemejarse más al humanismo cristiano.
El papa Francisco, en su encíclica Laudato si, ha realizado una propuesta verdaderamente interesante: ha invitado a elaborar un “ecologismo serio” y ha indicado algunos de los presupuestos que ello requeriría.
El primer presupuesto para que haya un ecologismo serio es la negación del relativismo, el respeto a la “verdad” y el “rigor” intelectual consiguiente. Recientemente, un coche causó la muerte de varias personas, entre ellas una mujer, cuyo embarazo se encontraba ya muy avanzado. También murió el niño que llevaba en su vientre. Sin embargo, algunos periodistas, haciendo gala de su carencia de rigor aritmético - informativo, notificaron el suceso sin que llegaran a contar al niño entre los fallecidos.
La problemática ecológica tiene por objeto la totalidad de un Cosmos en el que todo está interrelacionado. Incluye incluso algunos conocimientos extraordinariamente complejos. No basta una solución superficial, hay que ir a las raíces mismas del problema. Se sigue que la ecología, además de necesitar de ciencias particulares rigurosas –ciencias naturales,…-, requiere también de un saber universal que logre ser muy profundo. Dicho en otras palabras, por lo que respecta al conocimiento natural humano, precisa de una verdadera filosofía. Por consiguiente, la ecología sólo podrá fundamentarse en lo que clásicamente se ha denominado “metafísica”.
Una ecología seria ha de ser una ecología integral. Sería absurda una ecología de la Naturaleza que estuviese cerrada a las naturalezas humanas. La misma requiere del “humanismo” como de uno de sus grandes presupuestos. No obstante, la era atómica, la era espacial,…, demuestra constantemente, con los hechos mismos, que está dotada de un importante déficit de humanismo. Si el siglo XX fue el siglo de los mártires y el de las guerras mundiales, el siglo XXI se encuentra inmerso en graves problemas: a) tantos millones de abortos, b) los excluidos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas (cf. Laudato si, n. 49), c) el drama de los refugiados, d) el desequilibrio entre el Norte y el Sur que ocasiona tantas muertes en el Mediterráneo, e) la persecución religiosa, f) la contaminación que provoca millones de muertes prematuras (Ibidem, n. 20), g) la dictadura que sobre la política están ejerciendo el mercado, las finanzas y la tecnolatría, h) el peligro de una posible destrucción de la Tierra,... Este nuevo panorama mundial muestra claramente como la suposición según la cual el progreso económico, científico y tecnológico, resultaría suficiente para resolver todos los problemas de la humanidad, no es sino un mero mito de la modernidad.
Así pues, son los hechos mismos los que están mostrando que el nivel de humanismo logrado por la actual cultura del reduccionismo científico – tecnológico resulta ser muy inferior al alcanzado por el pensamiento cristiano, cuya síntesis es la caridad, el amor. Por consiguiente, si aquella frecuentemente fue crítica para con ésta, deberá despertar de su sueño y lograr asemejarse más al humanismo cristiano.
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