Enlace
A nadie se le oculta el interés y la oportunidad de la reciente carta encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, Laudato si’. En ella se abordan todos los aspectos de los efectos negativos de las actividades del hombre sobre su entorno natural… contaminación, calentamiento global, deforestación, desertización, degradación ambiental… y sobre todo las consecuencias sociales que todo esto conlleva para los más pobres y desatendidos… Por ello nos recuerda el Papa que “el medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos”.
En un pasaje de la carta, señala el Papa Francico que “la pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios. Las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad humana o para regular algún problema ambiental”. Se refiere el Papa a los recursos genéticos que ofrecen las restantes especies. Esto se debe a la homología que existe entre los genes que son comunes o equivalentes desde el punto de vista funcional a los que poseen otras especies. Dado el parentesco evolutivo existente las diferentes especies conservan genes y zonas del genoma comunes procedentes de las especies preexistentes ya extinguidas. Las especies actuales tienen en su patrimonio genético versiones parecidas de los mismos genes, siendo las diferencias la consecuencia de la selección natural que permite la continuidad de las mejores variantes en cada línea evolutiva, dentro de la diversidad existente producida por mutaciones espontáneas. Esto se ha evidenciado en los ya numerosos estudios de genómica comparada, que nos permiten reconocer la gran coincidencia encontrada en términos de porcentaje entre los genomas de las especies más próximas, que en el caso humano serían los homínidos, el chimpancé, el gorila y el orangután, con los que en términos generales andamos en un 95% de ADN semejante.
Lo que apunta el Papa Francisco es la necesidad de conservar esta riqueza que se mantiene en todas las especies por suponer una fuente de recursos para resolver los posibles problemas con los que el hombre se ha de enfrentar en el futuro. No se trata de una visión utilitarista de la vida –ahora que sabemos más y sabemos cómo manipular los genes vamos a aprovecharnos de ello–, sino de una actualización de un precepto sobre el que se sedimenta la cultura humana desde la perspectiva antropológica cristiana, y que desde el Génesis queda marcado, cuando se sentencia la orden de dominar la Tierra y cuanto en ella existe... Un dominio que ha de ser racional tal como también señalaba el Papa emérito Benedicto XVI, siendo aún cardenal, en su obra “Dios y el Mundo” cuando a la pregunta que le formulaba Peter Seewald, ¿podemos utilizar a nuestros animales e incluso comerlos?, responde que “esta es una cuestión muy seria. En cualquier caso, nos han sido dados para cuidarlos, no para tratarlos a nuestro antojo”, y continúa el Papa Ratzinger recordándonos que en la Sagrada Escritura al principio se habla de las plantas como alimento del ser humano y cómo tras el Diluvio, es decir, tras la nueva ruptura entre el ser humano y Dios, se deja a criterio de la persona comer carne. Esto ha sido siempre así, desde que en las primeras culturas se pasó de la recolección y la caza al cultivo de las plantas silvestres y la domesticación de los animales salvajes. Sin embargo, puntualiza el Papa emérito que el ser humano debe manifestar siempre respeto a todas las criaturas, pero también que no le está vedado alimentarse de ellas.
Sí, por supuesto, el hombre recibió el legado de la Naturaleza para su propia subsistencia y, como en todo lo que atañe a las acciones que se derivan de esta relación con su entorno, ha de primar el sentido común que nos obliga a hacer un uso racional de los inmensos recursos que este nos ofrece. Este llamamiento a la racionalidad es uno de los aspectos más llamativos e interesantes de la encíclica Laudato Si’, tal vez no el más importante pues en dicho documento prima sobre todo una apelación a resolver los graves problemas sociales que plantea la degradación ambiental.
De cualquier modo, reclama el Papa Francisco una mayor inversión en investigación para entender mejor el comportamiento de los ecosistemas y analizar adecuadamente las diversas variables de impacto de cualquier modificación importante del ambiente. Por eso me parece muy relevante la relación que establece el Papa entre todos los elementos de la naturaleza, sin dejar de significar que el ser humano es una criatura más de este mundo, dotada, eso sí, de una dignidad especialísima, pero es a su vez la única especie que vive su vida conscientemente y que por tanto puede medir las consecuencias que para el ser humano y las restantes formas de vida tienen sus acciones. Por ello llama la atención el Papa sobre la pérdida del sentido de responsabilidad en la parecemos vivir, que hace que estemos convirtiendo la Tierra en un inmenso depósito de porquería, con efectos nocivos para las restantes especies, pero en especial para las personas más desfavorecidas. Por ello concluye el Papa Francisco que “no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas”.
A nadie se le oculta el interés y la oportunidad de la reciente carta encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, Laudato si’. En ella se abordan todos los aspectos de los efectos negativos de las actividades del hombre sobre su entorno natural… contaminación, calentamiento global, deforestación, desertización, degradación ambiental… y sobre todo las consecuencias sociales que todo esto conlleva para los más pobres y desatendidos… Por ello nos recuerda el Papa que “el medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos”.
En un pasaje de la carta, señala el Papa Francico que “la pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios. Las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad humana o para regular algún problema ambiental”. Se refiere el Papa a los recursos genéticos que ofrecen las restantes especies. Esto se debe a la homología que existe entre los genes que son comunes o equivalentes desde el punto de vista funcional a los que poseen otras especies. Dado el parentesco evolutivo existente las diferentes especies conservan genes y zonas del genoma comunes procedentes de las especies preexistentes ya extinguidas. Las especies actuales tienen en su patrimonio genético versiones parecidas de los mismos genes, siendo las diferencias la consecuencia de la selección natural que permite la continuidad de las mejores variantes en cada línea evolutiva, dentro de la diversidad existente producida por mutaciones espontáneas. Esto se ha evidenciado en los ya numerosos estudios de genómica comparada, que nos permiten reconocer la gran coincidencia encontrada en términos de porcentaje entre los genomas de las especies más próximas, que en el caso humano serían los homínidos, el chimpancé, el gorila y el orangután, con los que en términos generales andamos en un 95% de ADN semejante.
Lo que apunta el Papa Francisco es la necesidad de conservar esta riqueza que se mantiene en todas las especies por suponer una fuente de recursos para resolver los posibles problemas con los que el hombre se ha de enfrentar en el futuro. No se trata de una visión utilitarista de la vida –ahora que sabemos más y sabemos cómo manipular los genes vamos a aprovecharnos de ello–, sino de una actualización de un precepto sobre el que se sedimenta la cultura humana desde la perspectiva antropológica cristiana, y que desde el Génesis queda marcado, cuando se sentencia la orden de dominar la Tierra y cuanto en ella existe... Un dominio que ha de ser racional tal como también señalaba el Papa emérito Benedicto XVI, siendo aún cardenal, en su obra “Dios y el Mundo” cuando a la pregunta que le formulaba Peter Seewald, ¿podemos utilizar a nuestros animales e incluso comerlos?, responde que “esta es una cuestión muy seria. En cualquier caso, nos han sido dados para cuidarlos, no para tratarlos a nuestro antojo”, y continúa el Papa Ratzinger recordándonos que en la Sagrada Escritura al principio se habla de las plantas como alimento del ser humano y cómo tras el Diluvio, es decir, tras la nueva ruptura entre el ser humano y Dios, se deja a criterio de la persona comer carne. Esto ha sido siempre así, desde que en las primeras culturas se pasó de la recolección y la caza al cultivo de las plantas silvestres y la domesticación de los animales salvajes. Sin embargo, puntualiza el Papa emérito que el ser humano debe manifestar siempre respeto a todas las criaturas, pero también que no le está vedado alimentarse de ellas.
Sí, por supuesto, el hombre recibió el legado de la Naturaleza para su propia subsistencia y, como en todo lo que atañe a las acciones que se derivan de esta relación con su entorno, ha de primar el sentido común que nos obliga a hacer un uso racional de los inmensos recursos que este nos ofrece. Este llamamiento a la racionalidad es uno de los aspectos más llamativos e interesantes de la encíclica Laudato Si’, tal vez no el más importante pues en dicho documento prima sobre todo una apelación a resolver los graves problemas sociales que plantea la degradación ambiental.
De cualquier modo, reclama el Papa Francisco una mayor inversión en investigación para entender mejor el comportamiento de los ecosistemas y analizar adecuadamente las diversas variables de impacto de cualquier modificación importante del ambiente. Por eso me parece muy relevante la relación que establece el Papa entre todos los elementos de la naturaleza, sin dejar de significar que el ser humano es una criatura más de este mundo, dotada, eso sí, de una dignidad especialísima, pero es a su vez la única especie que vive su vida conscientemente y que por tanto puede medir las consecuencias que para el ser humano y las restantes formas de vida tienen sus acciones. Por ello llama la atención el Papa sobre la pérdida del sentido de responsabilidad en la parecemos vivir, que hace que estemos convirtiendo la Tierra en un inmenso depósito de porquería, con efectos nocivos para las restantes especies, pero en especial para las personas más desfavorecidas. Por ello concluye el Papa Francisco que “no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario