Carta de Mons. Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de Barcelona
Mayo 2006
La primavera permite contemplar con mayor facilidad y realismo la exuberancia de la naturaleza y la maravillosa obra de la creación. Desde su origen, la creación es como una cuna que espera el nacimiento del hombre. El universo, a la vez indómito y hospitalario para el hombre, le ofrece el medio donde poder vivir, pero también donde ha de morir. El hombre está llamado a hacer el mundo más humano.El mundo es hermoso. Esa belleza procede de su apertura a Aquel hacia el cual el hombre ha sido orientado. El mundo no está hecho para girar sobre sí mismo. Ha sido hecho para Cristo, ya que "el Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos”.Sin embargo, la creación ha sido confiada al hombre; todos los seres le han sido entregados para que viva, se sirva de ellos, haga fructificar la tierra y alabe al Creador. Toda la creación ha sido entregada al hombre: "Todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios", afirma el apóstol Pablo.La Biblia relata la creación de una manera poética, con un optimismo que contrasta con las narraciones de las religiones antiguas. A la luz de la fe en el Dios de la Alianza, el pueblo de Israel nos explica el origen del hombre. "En el principio, Dios creó el cielo y la tierra". Estas son las primeras palabras de la Biblia. Dios lo creó todo "con su palabra". "Con su aliento" dio vida al hombre, al que formó del barro de la tierra. El barro es el símbolo de la fragilidad del hombre; y el aliento, el símbolo de la vida. "Los creó hombre y mujer, a su imagen y semejanza", puesto que el hombre y la mujer son dueños de todo el universo en la medida en que son imagen de Dios; es decir, gobiernan el mundo con inteligencia y amor.La Biblia y la ciencia proponen dos perspectivas del mundo y de los hombres. La Biblia se interesa en el por qué de las cosas. La ciencia se pregunta por el cómo. Son dos perspectivas diferentes, pero complementarias, e incluso convergentes. La Biblia revela a los hombres el sentido de su existencia a fin de orientar la vida del creyente.El hombre colabora en la creación que es obra de Dios. Descubre las riquezas ocultas de la creación, inventa y halla constantemente nuevas posibilidades latentes en ese universo que Dios le ha confiado. En esto es imagen de su Creador. Pero el hombre, ¿puede permitirse todo aquello de lo que es capaz? De esa pregunta nace la moral. La inventiva del hombre ha de regirse por la ley del amor que recibe de Dios.El autor del Génesis habla del pecado original. El paraíso representa la felicidad inicial que Dios ha otorgado a Adán y Eva. Todo les ha sido dado. Pueden comer del fruto de todos los árboles, menos del "árbol del conocimiento del bien y del mal". He ahí su límite. El hombre no es el origen ni de sí mismo ni de su conciencia moral. No es él quien decide soberanamente sobre el bien y el mal, pero el hombre quiere ser como Dios y por esto se sirve del fruto del árbol que Dios se había reservado. El hombre actúa contra Dios y opta por comportarse sin Dios. Mediante el bautismo, el cristiano renace a la vida nueva en Cristo. Es liberado del pecado original, porque habita en él el Espíritu de Dios, que le ayuda a vivir del amor mismo de Dios.
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