viernes, 25 de diciembre de 2009

Navidad, el árbol y el belén

La Navidad es una fiesta cristiana, y sus símbolos -entre ellos especialmente el belén y el árbol adornado de dones- constituyen referencias importantes al gran misterio de la Encarnación y del Nacimiento de Jesús, que la liturgia del tiempo de Adviento y de la Navidad evocan constantemente.
Este vetusto abeto, cortado sin dañar la vida del bosque, adecuadamente adornado, permanecerá junto al belén hasta el final de las festividades navideñas (...). Es un significativo símbolo del Nacimiento de Cristo, porque con sus hojas siempre verdes recuerda la vida que no muere.
El árbol y el belén son elementos de aquel clima típico de la Navidad que forma parte del patrimonio espiritual de nuestras comunidades. Es un clima impregnado de religiosidad y de intimidad familiar, que debemos conservar también en las sociedades actuales, donde a veces parecen prevalecer la carrera al consumo y la búsqueda de bienes materiales.

Benedicto XVI (14-diciembre-2007)

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Si quieres promover la paz, protege la creación

Mensaje de Benedicto XVI para la XLIII Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2010)

1. Con ocasión del comienzo del Año Nuevo, quisiera dirigir mis más fervientes deseos de paz a todas las comunidades cristianas, a los responsables de las Naciones, a los hombres y mujeres de buena voluntad de todo el mundo. El tema que he elegido para esta XLIII Jornada Mundial de la Paz es: Si quieres promover la paz, protege la creación. El respeto a lo que ha sido creado tiene gran importancia, puesto que «la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios», y su salvaguardia se ha hecho hoy esencial para la convivencia pacífica de la humanidad. En efecto, aunque es cierto que, a causa de la crueldad del hombre con el hombre, hay muchas amenazas a la paz y al auténtico desarrollo humano integral – guerras, conflictos internacionales y regionales, atentados terroristas y violaciones de los derechos humanos–, no son menos preocupantes los peligros causados por el descuido, e incluso por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales que Dios nos ha dado. Por este motivo, es indispensable que la humanidad renueve y refuerce «esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos».
2. En la Encíclica Caritas in veritate he subrayado que el desarrollo humano integral está estrechamente relacionado con los deberes que se derivan de la relación del hombre con el entorno natural, considerado como un don de Dios para todos, cuyo uso comporta una responsabilidad común respecto a toda la humanidad, especialmente a los pobres y a las generaciones futuras. He señalado, además, que cuando se considera a la naturaleza, y al ser humano en primer lugar, simplemente como fruto del azar o del determinismo evolutivo, se corre el riesgo de que disminuya en las personas la conciencia de la responsabilidad. En cambio, valorar la creación como un don de Dios a la humanidad nos ayuda a comprender la vocación y el valor del hombre. En efecto, podemos proclamar llenos de asombro con el Salmista: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?» (Sal 8,4-5). Contemplar la belleza de la creación es un estímulo para reconocer el amor del Creador, ese amor que «mueve el sol y las demás estrellas».
3. Hace veinte años, al dedicar el Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz al tema Paz con Dios creador, paz con toda la creación, el Papa Juan Pablo II llamó la atención sobre la relación que nosotros, como criaturas de Dios, tenemos con el universo que nos circunda. «En nuestros días aumenta cada vez más la convicción –escribía– de que la paz mundial está amenazada, también [...] por la falta del debido respeto a la naturaleza», añadiendo que la conciencia ecológica «no debe ser obstaculizada, sino más bien favorecida, de manera que se desarrolle y madure encontrando una adecuada expresión en programas e iniciativas concretas». También otros Predecesores míos habían hecho referencia anteriormente a la relación entre el hombre y el medio ambiente. Pablo VI, por ejemplo, con ocasión del octogésimo aniversario de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII, en 1971, señaló que «debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el hombre] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación». Y añadió también que, en este caso, «no sólo el ambiente físico constituye una amenaza permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades, poder destructor absoluto; es el propio consorcio humano el que el hombre no domina ya, creando de esta manera para el mañana un ambiente que podría resultarle intolerable. Problema social de envergadura que incumbe a la familia humana toda entera».
4. Sin entrar en la cuestión de soluciones técnicas específicas, la Iglesia, «experta en humanidad», se preocupa de llamar la atención con energía sobre la relación entre el Creador, el ser humano y la creación. En 1990, Juan Pablo II habló de «crisis ecológica» y, destacando que ésta tiene un carácter predominantemente ético, hizo notar «la urgente necesidad moral de una nueva solidaridad». Este llamamiento se hace hoy todavía más apremiante ante las crecientes manifestaciones de una crisis, que sería irresponsable no tomar en seria consideración. ¿Cómo permanecer indiferentes ante los problemas que se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales? ¿Cómo descuidar el creciente fenómeno de los llamados «prófugos ambientales», personas que deben abandonar el ambiente en que viven –y con frecuencia también sus bienes– a causa de su deterioro, para afrontar los peligros y las incógnitas de un desplazamiento forzado? ¿Cómo no reaccionar ante los conflictos actuales, y ante otros potenciales, relacionados con el acceso a los recursos naturales? Todas éstas son cuestiones que tienen una repercusión profunda en el ejercicio de los derechos humanos como, por ejemplo, el derecho a la vida, a la alimentación, a la salud y al desarrollo.
11. Cada vez se ve con mayor claridad que el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros, los estilos de vida y los modelos de consumo y producción actualmente dominantes, con frecuencia insostenibles desde el punto de vista social, ambiental e incluso económico. Ha llegado el momento en que resulta indispensable un cambio de mentalidad efectivo, que lleve a todos a adoptar nuevos estilos de vida, «a tenor de los cuales, la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un desarrollo común, sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones». Se ha de educar cada vez más para construir la paz a partir de opciones de gran calado en el ámbito personal, familiar, comunitario y político. Todos somos responsables de la protección y el cuidado de la creación. Esta responsabilidad no tiene fronteras. Según el principio de subsidiaridad, es importante que todos se comprometan en el ámbito que les corresponda, trabajando para superar el predominio de los intereses particulares. Un papel de sensibilización y formación corresponde particularmente a los diversos sujetos de la sociedad civil y las Organizaciones no gubernativas, que se mueven con generosidad y determinación en favor de una responsabilidad ecológica, que debería estar cada vez más enraizada en el respeto de la «ecología humana». Además, se ha de requerir la responsabilidad de los medios de comunicación social en este campo, con el fin de proponer modelos positivos en los que inspirarse. Por tanto, ocuparse del medio ambiente exige una visión amplia y global del mundo; un esfuerzo común y responsable para pasar de una lógica centrada en el interés nacionalista egoísta a una perspectiva que abarque siempre las necesidades de todos los pueblos. No se puede permanecer indiferentes ante lo que ocurre en nuestro entorno, porque la degradación de cualquier parte del planeta afectaría a todos. Las relaciones entre las personas, los grupos sociales y los Estados, al igual que los lazos entre el hombre y el medio ambiente, están llamadas a asumir el estilo del respeto y de la «caridad en la verdad». En este contexto tan amplio, es deseable más que nunca que los esfuerzos de la comunidad internacional por lograr un desarme progresivo y un mundo sin armas nucleares, que sólo con su mera existencia amenazan la vida del planeta, así como por un proceso de desarrollo integral de la humanidad de hoy y del mañana, sean de verdad eficaces y correspondidos adecuadamente.
12. La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y se siente en el deber de ejercerla también en el ámbito público, para defender la tierra, el agua y el aire, dones de Dios Creador para todos, y sobre todo para proteger al hombre frente al peligro de la destrucción de sí mismo. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente relacionada con la cultura que modela la convivencia humana, por lo que «cuando se respeta la “ecología humana” en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia». No se puede pedir a los jóvenes que respeten el medio ambiente, si no se les ayuda en la familia y en la sociedad a respetarse a sí mismos: el libro de la naturaleza es único, tanto en lo que concierne al ambiente como a la ética personal, familiar y social. Los deberes respecto al ambiente se derivan de los deberes para con la persona, considerada en sí misma y en su relación con los demás. Por eso, aliento de buen grado la educación de una responsabilidad ecológica que, como he dicho en la Encíclica Caritas in veritate, salvaguarde una auténtica «ecología humana» y, por tanto, afirme con renovada convicción la inviolabilidad de la vida humana en cada una de sus fases, y en cualquier condición en que se encuentre, la dignidad de la persona y la insustituible misión de la familia, en la cual se educa en el amor al prójimo y el respeto por la naturaleza. Es preciso salvaguardar el patrimonio humano de la sociedad. Este patrimonio de valores tiene su origen y está inscrito en la ley moral natural, que fundamenta el respeto de la persona humana y de la creación.
13. Tampoco se ha de olvidar el hecho, sumamente elocuente, de que muchos encuentran tranquilidad y paz, se sienten renovados y fortalecidos, al estar en contacto con la belleza y la armonía de la naturaleza. Así, pues, hay una cierta forma de reciprocidad: al cuidar la creación, vemos que Dios, a través de ella, cuida de nosotros. Por otro lado, una correcta concepción de la relación del hombre con el medio ambiente no lleva a absolutizar la naturaleza ni a considerarla más importante que la persona misma. El Magisterio de la Iglesia manifiesta reservas ante una concepción del mundo que nos rodea inspirada en el ecocentrismo y el biocentrismo, porque dicha concepción elimina la diferencia ontológica y axiológica entre la persona humana y los otros seres vivientes. De este modo, se anula en la práctica la identidad y el papel superior del hombre, favoreciendo una visión igualitarista de la «dignidad» de todos los seres vivientes. Se abre así paso a un nuevo panteísmo con acentos neopaganos, que hace derivar la salvación del hombre exclusivamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista. La Iglesia invita en cambio a plantear la cuestión de manera equilibrada, respetando la «gramática» que el Creador ha inscrito en su obra, confiando al hombre el papel de guardián y administrador responsable de la creación, papel del que ciertamente no debe abusar, pero del cual tampoco puede abdicar. En efecto, también la posición contraria de absolutizar la técnica y el poder humano termina por atentar gravemente, no sólo contra la naturaleza, sino también contra la misma dignidad humana.
14. Si quieres promover la paz, protege la creación. La búsqueda de la paz por parte de todos los hombres de buena voluntad se verá facilitada sin duda por el reconocimiento común de la relación inseparable que existe entre Dios, los seres humanos y toda la creación. Los cristianos ofrecen su propia aportación, iluminados por la divina Revelación y siguiendo la Tradición de la Iglesia. Consideran el cosmos y sus maravillas a la luz de la obra creadora del Padre y de la redención de Cristo, que, con su muerte y resurrección, ha reconciliado con Dios «todos los seres: los del cielo y los de la tierra» (Col 1,20). Cristo, crucificado y resucitado, ha entregado a la humanidad su Espíritu santificador, que guía el camino de la historia, en espera del día en que, con la vuelta gloriosa del Señor, serán inaugurados «un cielo nuevo y una tierra nueva» (2 P 3,13), en los que habitarán por siempre la justicia y la paz. Por tanto, proteger el entorno natural para construir un mundo de paz es un deber de cada persona. He aquí un desafío urgente que se ha de afrontar de modo unánime con un renovado empeño; he aquí una oportunidad providencial para legar a las nuevas generaciones la perspectiva de un futuro mejor para todos. Que los responsables de las naciones sean conscientes de ello, así como los que, en todos los ámbitos, se interesan por el destino de la humanidad: la salvaguardia de la creación y la consecución de la paz son realidades íntimamente relacionadas entre sí. Por eso, invito a todos los creyentes a elevar una ferviente oración a Dios, Creador todopoderoso y Padre de misericordia, para que en el corazón de cada hombre y de cada mujer resuene, se acoja y se viva el apremiante llamamiento: Si quieres promover la paz, protege la creación.

(El mensaje completo puede descargarse en la zona de descargas del blog, en la parte izquierda).

martes, 15 de diciembre de 2009

Cáritas en la Cumbre del Clima

CÁRITAS Y CIDSE DENUNCIAN QUE LOS PAÍSES RICOS ELUDEN SUS RESPONSABILIDADES EN LA CUMBRE DEL CLIMA

Instan a los países ricos a retomar las negociaciones para actualizar los compromisos de Kioto.

Cáritas. 15 de diciembre de 2009.- Ante la suspensión de las negociaciones que se produjo ayer entre los países africanos y los países ricos que participan en la Cumbre del Clima de Copenhague, Cáritas Internationalis y CIDSE han suscrito un comunicado conjunto en el que denuncian que estos últimos “están intentando eludir sus responsabilidades”.
En la nota, ambas instituciones –que, juntas, forman la mayor red internacional de desarrollo—aseguran que “los mayores países desarrollados, incluidos Japón y China, están socavando las conversaciones sobre el clima tratando de soslayar el Protocolo, en la actualidad único documento jurídicamente vinculante que regula el cambio climático. Este bloqueo incluye la reducción de la emisiones para los países desarrollados, una medida que ofrece a los países pobres una mínima protección ante el futuro devastador del cambio climático y la pobreza”.
Para los representantes de la red Cáritas y de CIDSE que están participando en la Cumbre del Clima –entre los que se encuentran, por parte de Cáritas Española, José Luis Pérez Larios, director de los Servicios Generales, e Inmaculada Cubillo y Martín Lago, técnicos del Area de Cooperación Internacional--, “a los países ricos les corresponde retomar las negociaciones sobre la actualización de los compromiso del Protocolo de Kioto, ya que la decisión africana de suspender las conversaciones sobre otras cuestiones, respaldada por la mayoría del Grupo de los 77 (G77), es consecuencia de su temor al intento de los países ricos de destruir la fortaleza legal del acuerdo vigente”.
Para los miembros de la delegación Cáritas/CIDSE “abandonar el Protocolo de Kyoto supondría un paso atrás para todos los países, especialmente para los más pobres, para quienes las negociaciones son una cuestión de supervivencia”. “Las comunidades vulnerables del mundo entero –aseguran-- necesitan un acuerdo sobre el clima justo, ambicioso y vinculante, algo para lo que el Protocolo de Kyoto es un elemento esencial”.
Encuentro a tres bandas: Cáritas, CIDSE y Consejo Mundial de la Iglesias
Bajo el lema “Renovar la faz de la tierra: una aproximación a la justicia climática desde la fe”, se celebró ayer en Copenhague un encuentro convocado conjuntamente por Cáritas, CIDSE y el Consejo Mundial de la Iglesias para reflexionar sobre la visión del cambio climático a la luz de la fe. En el evento, que fue moderado por el presidente de Cáritas Dinamarca, Jann Sjursen, la representante del Consejo Mundial de las Iglesias, Joyce Kennedy, defendió la necesidad de llegar a un acuerdo climático porque, afirmó, “creemos en nuestra capacidad para hacer una sociedad sostenible, demandando una globalización alternativa, donde la deuda ecológica debe ser pagada”.
“Si hasta ahora –explicó-- el sistema se ha basado en la avaricia, es el momento de cambiar los valores de la negociación y llegar a un acuerdo legal. Para los creyentes, es necesario un compromiso ético en un proceso incluyente y que los excluidos también puedan estar. Además hay que ‘reverdecer’ nuestra vida cotidiana: el consumo, el trasporte, los negocios…”.
Por su parte, Erny Gillen, presidente de Cáritas Europa, que también participó en el encuentro, se refirió, tras recordar que "cada persona tiene un papel muy especial en el plan de Dios” y que “hoy, el debate sobre el cambio climático nos recuerda que somos parte de la Creación", al principio de subsidiariedad, que “nos exige hacer nuestra parte y a reclamar a quienes tienen responsabilidades en un nivel superior a cumplir las suyas, por lo que los cambios tienen que ser políticos”. “Si el lema de COP15 es ‘tenemos el poder de salvar el mundo ahora”, yo digo que tenemos el poder de cambiar nuestra modo de vida ahora, pero no se trata sólo de cambios en el ámbito personal sino en la sociedad en general”, aseguró.
Otro de los intervinientes, Kofina Falan, presidente del Consejo cristiano de Asia, que ha venido a Copenhague procedente de Tuvalu, un pequeño estado insular del Pacífico --cuya altitud máxima no supera los cinco metros y tiene una población de con 12.000 habitantes— confesó que “nos sentimos tan solos en esta lucha, que les agradezco su tiempo”. Hemos sentido la amenaza de que nos hundiremos, muchos han emigrado a Australia y a Europa, queremos sobrevivir. Dios nos ha creado a todos y situado a algunos en el Pacífico”.

(Fuente: www.caritas.es/home/noticias/index.php?MjE%3D&MTIwNg%3D%3D )

jueves, 26 de noviembre de 2009

Conciencia ética ante el medio ambiente

Carta de Monseñor Vicente Zamora, obispo de Santander. Noviembre 2009.

La humanidad tiene planteados varios desafíos. Uno de ellos es el ecológico. El deterioro del medio ambiente está alcanzando tales proporciones que el problema ecológico se ha convertido en una de las cuestiones neurálgicas en las que la humanidad se juega su futuro.
El panorama es sombrío: contaminación atmosférica, cambio climático, debilitamiento de la capa de ozono, contaminación marítima y fluvial, extinción de especies animales y vegetales, deforestación y desertización. Estos son los puntos negros de un planeta azul que lleva camino de perder su color y calor vital. La responsabilidad que así suceda es cosa de todos, porque de todos depende esa degradación.
El tema del medio ambiente puede ser abordado desde perspectivas distintas: científica, técnica, social, cultural, política, ética, religiosa. En esta breve carta pastoral trato el tema desde la dimensión ética, a la luz del humanismo cristiano y de la Doctrina Social de la Iglesia. El humanismo cristiano contempla la creación como “hogar” y “patria” del hombre. La fe cristiana suscita una praxis de salvaguardar el carácter doméstico del mundo como espacio acogedor de la entera familia humana. La persona humana ocupa un lugar central en el mundo. De ahí que todos los programas ecológicos y todas las iniciativas en favor del desarrollo deberán tener en cuenta las necesidades del hombre, de la familia, sus valores, su propia herencia social y cultural y su responsabilidad respecto a las generaciones futuras. Porque el objetivo último de los programas en favor del medio ambiente y del desarrollo es mejorar la calidad de vida humana, de poner la
creación al servicio del hombre.
El progreso de la técnica y el desarrollo de la naturaleza exigen un desarrollo proporcional de la dimensión moral y de la ética. La crisis ecológica es también un problema moral. La comunidad internacional no puede ignorar esta dimensión ética. Por eso la Ecología está exigiendo una “Ecoética”.
La última encíclica del Papa Benedicto XVI Cáritas in veritate aborda la relación del hombre con el ambiente natural en los números 48 al 52. “La Iglesia – afirma el Papa- tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la ‘ecología humana’ en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia” (CiV, n. 51). La Doctrina Social de la Iglesia se suma así a las voces de quienes alertan sobre la crisis y proponen vías de solución a la misma. Entre ellas, la primera es la creación de una “conciencia ecológica”.

martes, 17 de noviembre de 2009

Benedicto XVI en la FAO (16-Noviembre-2009)

Benedicto XVI pronunció un discurso en la sede de la FAO en Roma, con motivo de la apertura de la Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria. A continuación insertamos un extracto del discurso, en lo referente al agua y al medio ambiente, aunque por su interés recomendamos la lectura del documento completo, que está disponible en la zona de descargas (menú de la izquierda).
"7. Tampoco se han de olvidar los derechos fundamentales de la persona entre los que destaca el derecho a una alimentación suficiente, sana y nutritiva, y el derecho al agua; éstos revisten un papel importante en la consecución de otros derechos, empezando por el derecho primario a la vida. Es necesario, por lo tanto, que madure "una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones" (Caritas in veritate, 27). Todo lo que la FAO ha realizado con paciencia, aunque por un lado ha favorecido la ampliación de los objetivos de este derecho sólo respecto a garantizar la satisfacción de las necesidades primarias, por otro lado, ha puesto de manifiesto la necesidad de una reglamentación adecuada.
8. Los métodos de producción alimentaria imponen igualmente un análisis atento de la relación entre el desarrollo y la tutela ambiental. El deseo de poseer y de usar en manera excesiva y desordenada los recursos del planeta es la primera causa de toda degradación ambiental. El cuidado ambiental, en efecto, se presenta como un desafío actual de garantizar un desarrollo armónico, respetuoso con el plan de la creación de Dios y, por lo tanto, capaz de salvaguardar el planeta (cf. ibíd., 48-51). Si toda la humanidad está llamada a tomar conciencia de sus propias obligaciones respecto a las generaciones venideras, es también cierto que el deber de tutelar el medio ambiente como un bien colectivo corresponde a los Estados y a las Organizaciones Internacionales. Desde este punto de vista, se debe profundizar en las conexiones existentes entre la seguridad ambiental y el fenómeno preocupante de los cambios climáticos, teniendo como focus la centralidad de la persona humana y, en particular, a las poblaciones más vulnerables ante ambos fenómenos. No bastan, sin embargo, normativas, legislaciones, planes de desarrollo e inversiones, hace falta un cambio en los estilos de vida personales y comunitarios, en el consumo y en las necesidades concretas, pero sobre todo es necesario tener presente ese deber moral de distinguir en las acciones humanas el bien del mal para redescubrir así el vínculo de comunión que une la persona y lo creado.
9. Es importante recordar -como he señalado en la Encíclica Caritas in veritate- que "la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la «ecología humana» en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia". Es verdad que "el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza". Y que "el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad". Por tanto, "los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad" (ibíd., 51)."

lunes, 2 de noviembre de 2009

El agua en "Caritas in veritate"

El agua es un recurso natural escaso y discontinuo en el espacio y en el tiempo. Por razones diversas, entre las que destacan los cambios climáticos, la desertificación, la sobrexplotación de aguas continentales y subterráneas, y los usos irracionales del agua, cada vez la escasez y discontinuidad se acentúan más. Además, muchas de las regiones del mundo con mayores problemas de falta de agua son también zonas donde el problema del hambre está presente en alto grado.
Benedicto XVI (como ya hiciera Juan Pablo II en 2002: http://cristianismoyecologia.blogspot.com/2009/11/el-agua-mensaje-de-juan-pablo-ii-la-fao.html ), en su última encíclica "Caritas en veritate", relaciona la falta de agua y la falta de alimento en muchos países pobres:
- "El derecho a la alimentación y al agua tiene un papel importante para conseguir otros derechos, comenzando ante todo por el derecho primario a la vida. Por tanto, es necesario que madure una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones" (27).
- "Cuando se promueve el desarrollo económico y cultural de estas poblaciones, se tutela también la naturaleza. Además, muchos recursos naturales quedan devastados con las guerras. La paz de los pueblos y entre los pueblos permitiría también una mayor salvaguardia de la naturaleza. El acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede provocar graves conflictos entre las poblaciones afectadas. Un acuerdo pacífico sobre el uso de los recursos puede salvaguardar la naturaleza y, al mismo tiempo, el bienestar de las sociedades interesadas" (51).
Existen herramientas, desarrolladas por el hombre en su libertad y autonomía, que permiten un aprovechamiento sostenible del agua, la búsqueda de nuevas fuentes y la mejora del recurso en cantidad y calidad. Pero esta tecnología, hoy por hoy, no está a disposición de todas las personas. Entonces, si tenemos soluciones al problema de la escasez de agua, ¿por qué no tenemos la voluntad de aplicarlas?

El agua (mensaje de Juan Pablo II a la FAO) (2002)

Textos extraídos del Mensaje de Juan Pablo II a la FAO, en la Jornada Mundial de la Alimentación 2002.
- El tema elegido este año: "Agua, fuente de seguridad alimentaria", es una invitación a reflexionar en la importancia del agua, sin la cual las personas y las comunidades no pueden vivir. Como factor indispensable de la actividad humana, el agua es un elemento básico de la seguridad alimentaria. Además, no podemos olvidar que el agua, símbolo usado en los ritos comunitarios de muchas religiones y culturas, significa pertenencia y purificación. En el cristianismo, el agua se usa como signo de un proceso de transformación y conversión interior. De su valor simbólico brota la invitación a ser plenamente conscientes de la importancia de este bien tan valioso y, en consecuencia, a revisar los modelos actuales de comportamiento, para garantizar, ahora y en el futuro, que todos los pueblos tengan acceso al agua indispensable para sus necesidades, y que las actividades productivas, en particular la agricultura, puedan gozar de cantidades adecuadas de este recurso inestimable. La creciente conciencia de que el agua es un recurso limitado, pero absolutamente esencial para la seguridad alimentaria, hoy está llevando a muchos a cambiar de actitud, un cambio que se ha de fomentar por el bien de las generaciones futuras.
- Las conclusiones de los recientes encuentros internacionales han demostrado que la lucha contra el hambre y la desnutrición, y más generalmente la lucha contra la pobreza y en defensa de los ecosistemas de la tierra, se ha de librar en situaciones muy diferentes y en medio de intereses opuestos. El primer paso en este esfuerzo consiste en alcanzar un equilibrio sostenible entre el consumo y los recursos disponibles.Todos somos conscientes de que este objetivo no puede alcanzarse sin prestar atención a los principios fundamentales del orden ético y moral, principios arraigados en el corazón y en la conciencia de todo ser humano. De hecho, el orden de la creación y su delicada armonía corren el peligro de quedar irremediablemente alterados. La sabiduría bíblica nos recuerda que no debemos abandonar el "manantial de aguas vivas para hacer cisternas, cisternas agrietadas" (Jr 2, 13).Podemos ver aquí una advertencia con respecto a nuestra situación actual. En otras palabras, se nos recuerda que las soluciones técnicas, independientemente de su grado de desarrollo, no son útiles si no tienen en cuenta el carácter central de la persona humana, que, en sus dimensiones espiritual y material, es la medida de todos los derechos y, por tanto, debe ser el criterio guía de los programas y de las políticas.
- Sólo si el acceso al agua se considera un derecho de las personas y de los pueblos se garantizarán, de forma legítima y respetuosa, niveles adecuados de desarrollo en todas las áreas geográficas. Para que suceda esto, la política internacional debe prestar nuevamente atención al inestimable valor de los recursos hídricos, que a menudo no son renovables y no pueden ser patrimonio exclusivo de unos pocos, puesto que son un bien común de toda la humanidad. Por su misma naturaleza, "deben llegar a todos en forma equitativa bajo la guía de la justicia y el acompañamiento de la caridad" (Gaudium et spes, 69).

(Texto completo en la zona de descargas)

Los bienes de la tierra están destinados a todos los hombres (Gaudium et spes, 69) (1965)

Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde. Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos.

(Texto íntegro en la zona de descargas)

La ecología en el Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz 2008

Familia, comunidad humana y medio ambiente
7. La familia necesita una casa a su medida, un ambiente donde vivir sus propias relaciones. Para la familia humana, esta casa es la tierra, el ambiente que Dios Creador nos ha dado para que lo habitemos con creatividad y responsabilidad. Hemos de cuidar el medio ambiente: éste ha sido confiado al hombre para que lo cuide y lo cultive con libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos. Obviamente, el valor del ser humano está por encima de toda la creación. Respetar el medio ambiente no quiere decir que la naturaleza material o animal sea más importante que el hombre. Quiere decir más bien que no se la considera de manera egoísta, a plena disposición de los propios intereses, porque las generaciones futuras tienen también el derecho a obtener beneficio de la creación, ejerciendo en ella la misma libertad responsable que reivindicamos para nosotros. Y tampoco se ha de olvidar a los pobres, excluidos en muchos casos del destino universal de los bienes de la creación. Hoy la humanidad teme por el futuro equilibrio ecológico. Sería bueno que las valoraciones a este respecto se hicieran con prudencia, en diálogo entre expertos y entendidos, sin apremios ideológicos hacia conclusiones apresuradas y, sobre todo, concordando juntos un modelo de desarrollo sostenible, que asegure el bienestar de todos respetando el equilibrio ecológico. Si la tutela del medio ambiente tiene sus costes, éstos han de ser distribuidos con justicia, teniendo en cuenta el desarrollo de los diversos países y la solidaridad con las futuras generaciones. Prudencia no significa eximirse de las propias responsabilidades y posponer las decisiones; significa más bien asumir el compromiso de decidir juntos después de haber ponderado responsablemente la vía a seguir, con el objetivo de fortalecer esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos.

8. A este respecto, es fundamental « sentir » la tierra como « nuestra casa común » y, para ponerla al servicio de todos, adoptar la vía del diálogo en vez de tomar decisiones unilaterales. Si fuera necesario, se pueden aumentar los ámbitos institucionales en el plano internacional para afrontar juntos el gobierno de esta « casa » nuestra; sin embargo, lo que más cuenta es lograr que madure en las conciencias la convicción de que es necesario colaborar responsablemente. Los problemas que aparecen en el horizonte son complejos y el tiempo apremia. Para hacer frente a la situación de manera eficaz es preciso actuar de común acuerdo. Un ámbito en el que sería particularmente necesario intensificar el diálogo entre las Naciones es el de la gestión de los recursos energéticos del planeta. A este respecto, se plantea una doble urgencia para los países tecnológicamente avanzados: por un lado, hay que revisar los elevados niveles de consumo debidos al modelo actual de desarrollo y, por otro, predisponer inversiones adecuadas para diversificar las fuentes de energía y mejorar la eficiencia energética. Los países emergentes tienen hambre de energía, pero a veces este hambre se sacia a costa de los países pobres que, por la insuficiencia de sus infraestructuras y tecnología, se ven obligados a malvender los recursos energéticos que tienen. A veces, su misma libertad política queda en entredicho con formas de protectorado o, en todo caso, de condicionamiento que se muestran claramente humillantes.

(Texto completo en la zona de descargas)

La ecología en el Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz 2007

La ecología de la paz
8. Juan Pablo II, en su Carta encíclica Centesimus annus, escribe: « No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado ». Respondiendo a este don que el Creador le ha confiado, el hombre, junto con sus semejantes, puede dar vida a un mundo de paz. Así, pues, además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar « humana », y que a su vez requiere una « ecología social ». Esto comporta que la humanidad, si tiene verdadero interés por la paz, debe tener siempre presente la interrelación entre la ecología natural, es decir el respeto por la naturaleza, y la ecología humana. La experiencia demuestra que toda actitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a la convivencia humana, y viceversa. Cada vez se ve más claramente un nexo inseparable entre la paz con la creación y la paz entre los hombres. Una y otra presuponen la paz con Dios. La poética oración de San Francisco conocida como el “Cántico del Hermano Sol”, es un admirable ejemplo, siempre actual, de esta multiforme ecología de la paz.

9. El problema cada día más grave del abastecimiento energético nos ayuda a comprender la fuerte relación entre una y otra ecología. En estos años, nuevas naciones han entrado con pujanza en la producción industrial, incrementando las necesidades energéticas. Eso está provocando una competitividad ante los recursos disponibles sin parangón con situaciones precedentes. Mientras tanto, en algunas regiones del planeta se viven aún condiciones de gran atraso, en las que el desarrollo está prácticamente bloqueado, motivado también por la subida de los precios de la energía. ¿Qué será de esas poblaciones? ¿Qué género de desarrollo, o de no desarrollo, les impondrá la escasez de abastecimiento energético? ¿Qué injusticias y antagonismos provocará la carrera a las fuentes de energía? Y ¿cómo reaccionarán los excluidos de esta competición? Son preguntas que evidencian cómo el respeto por la naturaleza está vinculado estrechamente con la necesidad de establecer entre los hombres y las naciones relaciones atentas a la dignidad de la persona y capaces de satisfacer sus auténticas necesidades. La destrucción del ambiente, su uso impropio o egoísta y el acaparamiento violento de los recursos de la tierra, generan fricciones, conflictos y guerras, precisamente porque son fruto de un concepto inhumano de desarrollo. En efecto, un desarrollo que se limitara al aspecto técnico y económico, descuidando la dimensión moral y religiosa, no sería un desarrollo humano integral y, al ser unilateral, terminaría fomentando la capacidad destructiva del hombre.

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La ecología en la "Centesimus annus" (1991)

37. Es asimismo preocupante, junto con el problema del consumismo y estrictamente vinculado con él, la cuestión ecológica. El hombre, impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido, de «crear» el mundo con el propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él.
Esto demuestra, sobre todo, mezquindad o estrechez de miras del hombre, animado por el deseo de poseer las cosas en vez de relacionarlas con la verdad, y falto de aquella actitud desinteresada, gratuita, estética que nace del asombro por el ser y por la belleza que permite leer en las cosas visibles el mensaje de Dios invisible que las ha creado. A este respecto, la humanidad de hoy debe ser consciente de sus deberes y de su cometido para con las generaciones futuras.

38. Además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar aquí la más grave aún del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de prestar la necesaria atención. Mientras nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario, de preservar los «habitat» naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción, porque nos damos cuenta de que cada una de ellas aporta su propia contribución al equilibrio general de la tierra, nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica «ecología humana». No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado. Hay que mencionar en este contexto los graves problemas de la moderna urbanización, la necesidad de un urbanismo preocupado por la vida de las personas, así como la debida atención a una «ecología social» del trabajo.
El hombre recibe de Dios su dignidad esencial y con ella la capacidad de trascender todo ordenamiento de la sociedad hacia la verdad y el bien. Sin embargo, está condicionado por la estructura social en que vive, por la educación recibida y por el ambiente. Estos elementos pueden facilitar u obstaculizar su vivir según la verdad. Las decisiones, gracias a las cuales se constituye un ambiente humano, pueden crear estructuras concretas de pecado, impidiendo la plena realización de quienes son oprimidos de diversas maneras por las mismas. Demoler tales estructuras y sustituirlas con formas más auténticas de convivencia es un cometido que exige valentía y paciencia.

39. La primera estructura fundamental a favor de la «ecología humana» es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente qué quiere decir en concreto ser una persona. Se entiende aquí la familia fundada en el matrimonio, en el que el don recíproco de sí por parte del hombre y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible [...].
Estas críticas van dirigidas no tanto contra un sistema económico, cuanto contra un sistema ético-cultural. En efecto, la economía es sólo un aspecto y una dimensión de la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la producción y el consumo de las mercancías ocupan el centro de la vida social y se convierten en el único valor de la sociedad, no subordinado a ningún otro, la causa hay que buscarla no sólo y no tanto en el sistema económico mismo, cuanto en el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y servicios.
Todo esto se puede resumir afirmando una vez más que la libertad económica es solamente un elemento de la libertad humana. Cuando aquella se vuelve autónoma, es decir, cuando el hombre es considerado más como un productor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume para vivir, entonces pierde su necesaria relación con la persona humana y termina por alienarla y oprimirla.
40. Es deber del Estado proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no puede estar asegurada por los simples mecanismos de mercado. Así como en tiempos del viejo capitalismo el Estado tenía el deber de defender los derechos fundamentales del trabajo, así ahora con el nuevo capitalismo el Estado y la sociedad tienen el deber de defender los bienes colectivos que, entre otras cosas, constituyen el único marco dentro del cual es posible para cada uno conseguir legítimamente sus fines individuales [...].

41. [...] En la sociedad occidental se ha superado la explotación, al menos en las formas analizadas y descritas por Marx. No se ha superado, en cambio, la alienación en las diversas formas de explotación, cuando los hombres se instrumentalizan mutuamente y, para satisfacer cada vez más refinadamente sus necesidades particulares y secundarias, se hacen sordos a las principales y auténticas, que deben regular incluso el modo de satisfacer otras necesidades. El hombre que se preocupa sólo o prevalentemente de tener y gozar, incapaz de dominar sus instintos y sus pasiones y de subordinarlas mediante la obediencia a la verdad, no puede ser libre. La obediencia a la verdad sobre Dios y sobre el hombre es la primera condición de la libertad, que le permite ordenar las propias necesidades, los propios deseos y el modo de satisfacerlos según una justa jerarquía de valores, de manera que la posesión de las cosas sea para él un medio de crecimiento. Un obstáculo a esto puede venir de la manipulación llevada a cabo por los medios de comunicación social, cuando imponen con la fuerza persuasiva de insistentes campañas, modas y corrientes de opinión, sin que sea posible someter a un examen crítico las premisas sobre las que se fundan.

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martes, 27 de octubre de 2009

Campaña de Cáritas sobre cambio climático

"Sembremos Justicia Climática"
Se calcula que actualmente dos mil millones de personas dependen de los frágiles ecosistemas de áreas áridas y semiáridas, y se espera que los mismos sufran incrementos adicionales en el nivel de estrés hídrico. Alrededor de 634millones de personas, una décima parte de la población mundial, viven en zonas costeras bajas, que se encuentran en peligro. Las organizaciones de Caritas alrededor del mundo tratan constantemente con el impacto de las crisis relacionadas con el cambio climático, las cuales están aumentando tanto en frecuencia como en intensidad. En las últimas dos décadas, la cantidad de catástrofes humanitarias registradas ha aumentado de unas 200 a más de 400 y, actualmente, siete de cada diez catástrofes están relacionadas con el clima.
Desde noviembre de 2008, Cáritas Española viene participando de manera activa en la campaña coordinada por Cáritas Internationalis, en colaboración con CIDSE, bajo el lema “Grow Climate Justice” (Sembremos Justicia Climática).
Con esta iniciativa de carácter global se pretende, por una parte, impulsar la sensibilización de la opinión pública y de las comunidades cristianas sobre el reto que plantea para el futuro de la humanidad los fenómenos de desarrollo y sostenibilidad relacionados con el cambio climático, y, por otra, poner en marcha una estrategia de incidencia política que impulse medidas urgentes para paliar los efectos del cambio climático en los países más desfavorecidos.
Para descargar el material informativo, entre en la zona de descargas de la parte izquierda o en el enlace:
http://www.caritas.es/campanyas/materiales/index.php?NQ%3D%3D&Mjc2

martes, 13 de octubre de 2009

Acciones para un futuro sostenible

Nuevo monográfico de "Documentación Social" de Cáritas Española.
Según diversos estudios económicos, en la actualidad consumimos más recursos de los que la propia tierra puede abastecer. Por este motivo, con el nuevo número de Documentación Social nos introducimos en el concepto de Sostenibilidad y los diferentes aspectos que abarca este término: una implicación Social, otra Medioambiental y otra EconómicaSe abordan los retos del desarrollo sostenible; nos habla de la Carta de la Tierra como instrumento para la educación medioambiental; se realiza un análisis de la huella ecológica y las soluciones que la pueden compensar; se hace una observación de la Agricultura Ecológica y su importancia en relación con el desarrollo rural sostenible; y finalmente, el monográfico cierra con un análisis sobre el cambio climático y la pobreza y el impacto de la política española.

San Rafael Arnáiz

Señor omnipotente que glorificas a los humildes y abates a los soberbios, te suplicamos por la gloria de tu Santo Nombre ensalces la memoria de San Rafael, concediéndonos la gracia que te pedimos por intercesión del mismo, que vivió y murió para glorificarte a Ti, Señor, que con el Hijo y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Mensaje de Benedicto XVI para la cumbre de la ONU sobre cambio climático

Transcripción del videomensaje que el Papa Benedicto XVI envió a la cumbre de la ONU sobre el cambio climático (Nueva York, 22-9-2009).

Deseo reflexionar hoy sobre la relación entre el Creador y nosotros mismos como custodios de la creación. De este modo deseo ofrecer mi apoyo a los representantes de los gobiernos y agencias internacionales que se reúnen en la sede de las Naciones Unidas para debatir sobre el tema urgente del cambio climático.
La tierra es realmente un don precioso del Creador, que al diseñar su orden intrínseco nos ha proporcionado las directrices que nos ayudan a salvaguardar la creación. Precisamente en este contexto, la Iglesia considera que los temas concernientes al medio ambiente y su protección están íntimamente relacionados con el desarrollo humano integral. En mi reciente encíclica "Caritas in veritate", me referí a estas cuestiones, recordando la "urgente necesidad moral de una renovada solidaridad" (n. 49) no sólo entre los países, sino también entre los individuos, dado que el ambiente natural es dado por Dios a cada uno, y su uso supone una responsabilidad personal con toda la humanidad, especialmente con los pobres y con las generaciones futuras (cf. n. 48).
Qué importante es por tanto el que la comunidad internacional y cada gobierno den las señales adecuadas a sus ciudadanos y logren contrarrestar formas peligrosas de utilización del ambiente. Los que agotan los recursos compartidos deben reconocerlo claramente y cargar con los costes económicos y sociales de ese hecho, que no deben recaer sobre otros pueblos o sobre las generaciones futuras. La protección del ambiente y la salvaguardia de los recursos y del clima obliga a todos los responsables a aunar sus esfuerzos, respetando la ley y promoviendo la solidaridad con las regiones mas frágiles del mundo (cf. n. 50). Juntos podemos alcanzar un desarrollo humano integral beneficioso para todos los pueblos, en el presente y en el futuro, un desarrollo inspirado por los valores de caridad y verdad. Para ello es esencial que el modelo actual de desarrollo global se transforme mediante la toma de conciencia de una responsabilidad más amplia y compartida con la creación: lo exigen no solo factores ambientales, sino también el escándalo del hambre y la pobreza.
Con estos sentimientos, deseo alentar a todos los participantes en la cumbre de las Naciones Unidas a afrontar las discusiones de forma constructiva y con valor generoso. Todos estamos llamados a administrar responsablemente la creación y a utilizar sus recursos de forma que cada ser humano y cada comunidad viva con dignidad y atestigüe "la alianza entre los seres humanos y el ambiente, que debería reflejar el amor creador de Dios" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008, n. 7).

lunes, 31 de agosto de 2009

"Caritas in Veritate" en síntesis

La Cadena Cope, de la mano de Manuel Bru, está emitiendo del 13 de julio al 20 de septiembre, unas cuñas que, en breves frases, sintetizan el contenido de la nueva encíclica de Benedicto XVI. Como nos ha gustado mucho esta iniciativa, transcribimos a continuación estas pequeñas perlas (tomadas de www.cope.es):

I BLOQUE: Sólo en la verdad resplandece la caridad
1. El amor es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz.
2. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza.
3. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente.
4. No puedo dar al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos.
5. No basta decir que la justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a la caridad: la justicia es inseparable de la caridad.
6. Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común.
7. La verdad originaria del amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente, hace posible esperar en un desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres.

II BLOQUE: A los 40 años de la Populorum Progressio de Pablo VI
1. Toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre.
2. Sin la perspectiva de una vida eterna, el progreso humano en este mundo se queda sin aliento.
3. Sin Dios, o se niega el desarrollo, o se le deja únicamente en manos del hombre, que cede a la presunción de la auto-salvación y termina por promover un desarrollo deshumanizado.
4. El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre.
5. Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos. Es la llamada de hombres libres a hombres libres para asumir una responsabilidad común.
6. La Iglesia escruta los signos de los tiempos, los interpreta y ofrece al mundo lo que ella posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad.
7. La verdad del desarrollo consiste en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es el verdadero desarrollo.

III BLOQUE: El desarrollo humano en nuestro tiempo
1. Las políticas de recortes al gasto social, promovidas por las instituciones financieras internacionales, pueden dejar a los ciudadanos impotentes ante riesgos antiguos y nuevos.
2. El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad. Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social.
3. Apoyando a los países económicamente pobres, se puede contribuir también a sostener la capacidad productiva de los países ricos, comprometida por la crisis.
4. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre.
5. Si el hombre fuera fruto sólo del azar, o si redujera sus aspiraciones al horizonte angosto de las situaciones en que vive, podría hablarse de evolución, pero no de desarrollo.
6. Cuando el Estado promueve el ateísmo práctico, priva a sus ciudadanos de la fuerza moral y espiritual indispensable para comprometerse en el desarrollo humano integral.
7. El que está animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios de combatirla, para vencerla con intrepidez.

IV BLOQUE: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil
1. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica.
2. Se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o “después” de ella.
3. La actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común.
4. Se ha de evitar que el empleo de recursos financieros esté motivado por la especulación y ceda a la tentación de buscar únicamente un beneficio inmediato.
5. La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar la desaparición del Estado. En la crisis actual su papel parece destinado a crecer, recuperando muchas competencias.
6. Las ayudas económicas deberían ir acompañadas de aquellas destinadas a reforzar las garan¬tías propias del Estado de derecho, con instituciones verdaderamente democráticas.
7. El proceso de globalización ofrece la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria; pero, si se gestiona mal, puede incrementar la pobreza y la desigualdad.

V BLOQUE: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes
1. Si los derechos se basan sólo en las deliberaciones de una asamblea, pueden ser cambiados en cualquier momento, perdiéndose la conciencia común de respetarlos.
2. La disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado índice de reemplazo generacional, pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social.
3. Las empresas de economía civil y de comunión, para las que el beneficio es un instrumento para objetivos humanos y sociales, deben encontrar un marco jurídico y fiscal adecuado.
4. Los programas de desarrollo han de ser flexibles; y las personas que se beneficien deben implicarse directamente en su planificación y convertirse en sus protagonistas.
5. Al lado de los macroproyectos solidarios son necesarios los microproyectos y, sobre todo, es necesaria la movilización efectiva de todos los sujetos de la sociedad civil.
6. La cooperación internacional necesita personas que participen en el proceso del desarrollo mediante la solidaridad de la presencia, el acompañamiento, la formación y el respeto.
7. Los organismos internacionales y las ONG´s deben informar de la proporción de los fondos destinados a programas de cooperación, y el verdadero contenido de dichos programas.

VI BLOQUE: La naturaleza, expresión de un proyecto de amor y de verdad
1. El ambiente natural es obra admirable del Creador que lleva en sí una gramática que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario.
2. Es necesaria una redistribución planetaria de los recursos energéticos. Su destino no puede dejarse en manos del primero que llega o depender de la lógica del más fuerte.
3. En nuestra tierra toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente, con la ayuda de la naturaleza misma, don de Dios.
4. El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida.
5. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, se pierde el valor de la ecología humana y ambiental.
6. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas.
7. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, y el desarrollo humano integral.

VII BLOQUE: La colaboración de la familia humana
1. Una de las pobrezas más hondas que el hombre experimenta es la soledad. También las otras pobrezas nacen del aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar.
2. En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa.
3. La subsidiaridad, al reconocer que la reciprocidad forma parte de la constitución del ser humano, es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista.
4. En todas las culturas hay costras que limpiar y sombras que despejar. La fe cristiana, que se encarna en ellas trascendiéndolas, las ayuda a crecer en convivencia y solidaridad.
5. Es posible mejorar los servicios sociales y asistenciales y, al tiempo, ahorrar recursos, eliminando derroches y rentas abusivas, para destinarlos a la solidaridad internacional.
6. Un sistema de solidaridad social más participativo y orgánico, menos burocratizado pero no por ello menos coordinado, podría revitalizar la solidaridad entre los pueblos.
7. El turismo internacional se plantea con frecuencia de manera consumista y hedonista, como evasión, y sin favorecese un verdadero encuentro entre personas y culturas.

VIII BLOQUE: Las expresiones del amor inteligente
1. Todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación.
2. Las organizaciones sindicales, además de defender los intereses de sus afiliados, deberían mirar hacia los no afiliados y hacia los trabajadores de los países en vía de desarrollo.
3. Si el amor es inteligente, sabe encontrar también los modos de actuar la conveniencia previsible y justa, como muchas experiencias en el campo del crédito cooperativo.
4. La experiencia de la microfinanciación, como los Montes de Piedad, ha de ser reforzada y actualizada para proteger de la usura y la desesperación a los sectores más vulnerables.
5. Es conveniente favorecer formas nuevas de comercialización de productos provenientes de áreas deprimidas del planeta para garantizar una retribución decente a los productores.
6. Urge reformar la Organización de las Naciones Unidas y la arquitectura económica y financiera internacional, por una concreción real del concepto de familia de naciones.
7. Para lograr un desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge una verdadera Autoridad política mundial.

IX BLOQUE: El desarrollo de los pueblos y la técnica
1. Si el desarrollo de la persona se degrada cuando ésta pretende ser creadora de sí misma, el de los pueblos se degrada cuando pretenden recrearse con los prodigios tecnológicos.
2. El desarrollo económico se manifiesta ficticio y dañino cuando se apoya en los prodigios de las finanzas para sostener un crecimiento antinatural y consumista.
3. El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común.
4. Los conocimientos técnicos aumentan solo en beneficio de sus propietarios, mientras la situación real de las poblaciones permanece inalterada, sin posibilidades de emancipación.
5. Se necesita que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas, que estén animados por la caridad y al servicio de la verdad.
6. La cuestión social se ha convertido en la cuestión antropológica, al quedar la vida cada día más expuesta por la biotecnología a la intervención manipuladora del hombre.
7. El absolutismo de la técnica es incapaz de percibir todo aquello que no se explica con la pura materia, la experiencia de todos los hombres sobre aspectos inmateriales de su vida.

X BLOQUE: Sin Dios no hay progreso
1. Ante los grandes problemas del desarrollo, que nos impulsan al desasosiego y al abatimiento, la palabra de Jesucristo nos hace saber: Sin mí no podéis hacer nada.
2. Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia.
3. La fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios.
4. La cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, es uno de los mayores obstáculos para el desarrollo.
5. La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia y el desarrollo de los pueblos.
6. Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestro Todo, nuestra esperanza más grande.
7. El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios, conscientes de que el amor lleno de verdad, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don.

domingo, 30 de agosto de 2009

El Papa a los países industrializados

Por segunda vez esta semana, el Papa Benedicto XVI ha pedido a los países industrializados que tutelen el medio ambiente. En la mañana de hoy 30 de agosto, durante el Ángelus, el Papa ha recordado que el martes se celebra la Jornada Mundial para la Protección del Medio Ambiente, con el lema "La importancia del aire como elemento indispensable para la vida". También ha llamado a la "tutela de lo creado" y ha pedido a los países industrializados que "cooperen responsablemente para el futuro del planeta sin dejar que los países pobres sean los paguen el precio más alto por el cambio climático".

miércoles, 8 de julio de 2009

Caritas in veritate

La Carta Encíclica "Caritas in veritate" de Benedicto XVI seguramente dé mucho que hablar en los próximos meses y años, por la profundidad de su mensaje sobre la economía, sociedad, medio ambiente, etc. De momento nos limitamos a ponerla en la zona de descargas (a la izquierda), y trascribimos algunos puntos del Capítulo Cuarto (Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente), que nos han parecido especialmente interesantes, dado el tema de este blog.

"48. El tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. Cuando se considera la naturaleza, y en primer lugar al ser humano, fruto del azar o del determinismo evolutivo, disminuye el sentido de la responsabilidad en las conciencias. El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades —materiales e inmateriales— respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios.
La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador (cf. Rm 1,20) y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la «plenitud» en Cristo al final de los tiempos (cf. Ef 1,9-10; Col 1,19-20). También ella, por tanto, es una «vocación»[115]. La naturaleza está a nuestra disposición no como un «montón de desechos esparcidos al azar»,[116] sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para «guardarla y cultivarla» (cf. Gn 2,15). Pero se ha de subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma. Esta postura conduce a actitudes neopaganas o de nuevo panteísmo: la salvación del hombre no puede venir únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista. Por otra parte, también es necesario refutar la posición contraria, que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es sólo materia disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador y que lleva en sí una «gramática» que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario. Hoy, muchos perjuicios al desarrollo provienen en realidad de estas maneras de pensar distorsionadas. Reducir completamente la naturaleza a un conjunto de simples datos fácticos acaba siendo fuente de violencia para con el ambiente, provocando además conductas que no respetan la naturaleza del hombre mismo. Ésta, en cuanto se compone no sólo de materia, sino también de espíritu, y por tanto rica de significados y fines trascendentes, tiene un carácter normativo incluso para la cultura. El hombre interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, la cual es orientada a su vez por la libertad responsable, atenta a los dictámenes de la ley moral. Por tanto, los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural[117].
49. Hoy, las cuestiones relacionadas con el cuidado y salvaguardia del ambiente han de tener debidamente en cuenta los problemas energéticos. En efecto, el acaparamiento por parte de algunos estados, grupos de poder y empresas de recursos energéticos no renovables, es un grave obstáculo para el desarrollo de los países pobres. Éstos no tienen medios económicos ni para acceder a las fuentes energéticas no renovables ya existentes ni para financiar la búsqueda de fuentes nuevas y alternativas. La acumulación de recursos naturales, que en muchos casos se encuentran precisamente en países pobres, causa explotación y conflictos frecuentes entre las naciones y en su interior. Dichos conflictos se producen con frecuencia precisamente en el territorio de esos países, con graves consecuencias de muertes, destrucción y mayor degradación aún. La comunidad internacional tiene el deber imprescindible de encontrar los modos institucionales para ordenar el aprovechamiento de los recursos no renovables, con la participación también de los países pobres, y planificar así conjuntamente el futuro.
En este sentido, hay también una urgente necesidad moral de una renovada solidaridad, especialmente en las relaciones entre países en vías de desarrollo y países altamente industrializados[118]. Las sociedades tecnológicamente avanzadas pueden y deben disminuir el propio gasto energético, bien porque las actividades manufactureras evolucionan, bien porque entre sus ciudadanos se difunde una mayor sensibilidad ecológica. Además, se debe añadir que hoy se puede mejorar la eficacia energética y al mismo tiempo progresar en la búsqueda de energías alternativas. Pero es también necesaria una redistribución planetaria de los recursos energéticos, de manera que también los países que no los tienen puedan acceder a ellos. Su destino no puede dejarse en manos del primero que llega o depender de la lógica del más fuerte. Se trata de problemas relevantes que, para ser afrontados de manera adecuada, requieren por parte de todos una responsable toma de conciencia de las consecuencias que afectarán a las nuevas generaciones, y sobre todo a los numerosos jóvenes que viven en los pueblos pobres, los cuales «reclaman tener su parte activa en la construcción de un mundo mejor»[119].
50. Esta responsabilidad es global, porque no concierne sólo a la energía, sino a toda la creación, para no dejarla a las nuevas generaciones empobrecida en sus recursos. Es lícito que el hombre gobierne responsablemente la naturaleza para custodiarla, hacerla productiva y cultivarla también con métodos nuevos y tecnologías avanzadas, de modo que pueda acoger y alimentar dignamente a la población que la habita. En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente, con la ayuda de la naturaleza misma, don de Dios a sus hijos, con el tesón del propio trabajo y de la propia inventiva. Pero debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola. Eso comporta «el compromiso de decidir juntos después de haber ponderado responsablemente la vía a seguir, con el objetivo de fortalecer esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos»[120]. Es de desear que la comunidad internacional y cada gobierno sepan contrarrestar eficazmente los modos de utilizar el ambiente que le sean nocivos. Y también las autoridades competentes han de hacer los esfuerzos necesarios para que los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones. La protección del entorno, de los recursos y del clima requiere que todos los responsables internacionales actúen conjuntamente y demuestren prontitud para obrar de buena fe, en el respeto de la ley y la solidaridad con las regiones más débiles del planeta[121]. Una de las mayores tareas de la economía es precisamente el uso más eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo siempre presente que el concepto de eficiencia no es axiológicamente neutral.
51. El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan[122]. Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida, «a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones»[123]. Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales, así como la degradación ambiental, a su vez, provoca insatisfacción en las relaciones sociales. La naturaleza, especialmente en nuestra época, está tan integrada en la dinámica social y culturales que prácticamente ya no constituye una variable independiente. La desertización y el empobrecimiento productivo de algunas áreas agrícolas son también fruto del empobrecimiento de sus habitantes y de su atraso. Cuando se promueve el desarrollo económico y cultural de estas poblaciones, se tutela también la naturaleza. Además, muchos recursos naturales quedan devastados con las guerras. La paz de los pueblos y entre los pueblos permitiría también una mayor salvaguardia de la naturaleza. El acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede provocar graves conflictos entre las poblaciones afectadas. Un acuerdo pacífico sobre el uso de los recursos puede salvaguardar la naturaleza y, al mismo tiempo, el bienestar de las sociedades interesadas.
La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la «ecología humana»[124] en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia. Así como las virtudes humanas están interrelacionadas, de modo que el debilitamiento de una pone en peligro también a las otras, así también el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza.
Para salvaguardar la naturaleza no basta intervenir con incentivos o desincentivos económicos, y ni siquiera basta con una instrucción adecuada. Éstos son instrumentos importantes, pero el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad."


miércoles, 1 de julio de 2009

"Perlas" del beato Rafael Arnáiz

"Sólo Dios"
"Soy un forastero en la Tierra" (PS. 118, 19)

"Toda nuestra ciencia consiste en SABER ESPERAR"

San Francisco

Esta imagen de San Francisco de Asis preside la capilla de la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid.

La teoría de la evolución a la luz de la fe

La Santa Sede está preparando un congreso con expertos del más alto nivel que busca mostrar la fe y la ciencia como complementarias y no como incompatibles y reestablecer este diálogo en la diversidad. El encuentro académico se realizará como conmemoración de los 200 años del nacimiento de Charles Darwin, y los 150 años de la publicación de su obra El origen de las especies. Pero no se trata de una celebración en honor del científico inglés, sino de analizar un evento que marcó la historia de la ciencia y que ha influido en el modo de comprender nuestra misma humanidad.

Fuente: revista Id y Evangelizad nº 64

En ecología lo único "cautelar" debe ser la conservación


Fuente: revista Autogestión nº 78

miércoles, 10 de junio de 2009

Ad petendam pluviam (Oración para pedir lluvia)

Señor,
en ti vivimos, nos movemos y existimos:
concédenos la lluvia necesaria,
a fin de que ayudados con los bienes de la tierra,
anhelemos con más confianza los bienes del cielo.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén

Cuidado de la Naturaleza

Carta de Mons. José Sánchez González, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
Agosto 2005

El terrible incendio del pasado 16 de julio en los bosques del Ducado de Medinaceli y del Alto Tajo, además de causar once muertos, redujo en pocos días a un negro desierto de cenizas lo que durante siglos había sido una preciosa mancha verde de pinares y de otras especies arbóreas propias de la zona.
Atravesar la zona afectada o contemplar las imágenes tomadas desde el aire produce un sentimiento de desolación y de tristeza por lo que tiene de pérdida difícilmente recuperable de un precioso patrimonio natural y por el cambio de un bello paisaje lleno de vida en un escenario de silencio y de muerte.
Excelente ocasión la que nos brindan este tétrico panorama y el incendio que lo ha causado para reflexionar sobre el trato que damos y el que debemos dar a la naturaleza. Y ¿qué mejor tiempo que el verano, estación en la que más disfrutamos de la naturaleza y en la que también más la maltratamos y abusamos de ella?
El verano es también el tiempo de más incendios. A las favorables condiciones para el fuego, propias del tiempo, como la sequía, el calor y el viento, se unen la imprudencia, los descuidos y, por desgracia, con demasiada frecuencia, la acción de personas desequilibradas o maliciosas.
Todo esto nos obliga a hacer una llamada a la responsabilidad en nuestra relación con la naturaleza. Además de las razones naturales y obvias de que no somos sus dueños, sino sólo administradores, de que ha de servir para nuestro beneficio y disfrute y también para las siguientes generaciones, los creyentes tenemos especiales razones para mantener con la naturaleza un trato adecuado. Porque creemos que Dios es su Creador y Señor y nos ha mandado cuidarla y servirnos de ella; porque toda la naturaleza, junto con las personas, están destinadas a llegar a su plenitud según el designio de Dios…
Nuestra fe es la mejor fuente y el mejor camino para una sana ecología. Ésta ha de estar lejos de dos extremos o tentaciones en las que podemos caer; a saber, una cierta divinización de la naturaleza, que tiende a convertirla en una especie de absoluto e intocable, dejando la naturaleza a sus propias fuerzas. "No tocar nada" "No arrancar una planta". "Nunca talar un árbol". En el otro extremo se sitúan los que abusan de la naturaleza en provecho propio como dueños absolutos, como si todo les fuera lícito y como si sólo ellos fueran los destinatarios de sus beneficios.
Tradicionalmente han sido los agricultores y los pastores los encargados de cuidar la naturaleza. Entre otras razones, porque sabían que sólo cuidándola tenían asegurados por ella, si el clima y otros factores acompañaban, los necesarios recursos de los que dependían ellos y sus familias. Aunque, como todo ser humano, habrán cometido fallos; pero de ellos podemos aprender mucho en el cuidado de la naturaleza.
En estos días, con ocasión del incendio en nuestra provincia, hemos oído todos frases como que "el fuego en el bosque se apaga en el invierno", significando el necesario cuidado en la limpieza del bosque y de los cortafuegos, del aprovisionamiento de agua y de la disposición de otros recursos humanos y materiales adecuados para apagar el incendio, si surge. En los habitantes de los pueblos hemos tenido ocasión de admirar sus conocimientos, su sabiduría, su trabajo abnegado, su tesón y su prudencia, combatiendo las llamas contra las que, en ocasiones, han luchado en soledad durante muchas horas.
Que el contacto con la naturaleza y con quienes habitualmente viven más integrados en ella y el recuerdo de la palabra de Dios, que nos habla del destino de la naturaleza y de nuestra relación con ella, nos ayuden a encontrar el justo equilibrio para una sana y solidaria ecología.

La maravillosa obra de la creación

Carta de Mons. Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de Barcelona
Mayo 2006

La primavera permite contemplar con mayor facilidad y realismo la exuberancia de la naturaleza y la maravillosa obra de la creación. Desde su origen, la creación es como una cuna que espera el nacimiento del hombre. El universo, a la vez indómito y hospitalario para el hombre, le ofrece el medio donde poder vivir, pero también donde ha de morir. El hombre está llamado a hacer el mundo más humano.El mundo es hermoso. Esa belleza procede de su apertura a Aquel hacia el cual el hombre ha sido orientado. El mundo no está hecho para girar sobre sí mismo. Ha sido hecho para Cristo, ya que "el Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos”.Sin embargo, la creación ha sido confiada al hombre; todos los seres le han sido entregados para que viva, se sirva de ellos, haga fructificar la tierra y alabe al Creador. Toda la creación ha sido entregada al hombre: "Todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios", afirma el apóstol Pablo.La Biblia relata la creación de una manera poética, con un optimismo que contrasta con las narraciones de las religiones antiguas. A la luz de la fe en el Dios de la Alianza, el pueblo de Israel nos explica el origen del hombre. "En el principio, Dios creó el cielo y la tierra". Estas son las primeras palabras de la Biblia. Dios lo creó todo "con su palabra". "Con su aliento" dio vida al hombre, al que formó del barro de la tierra. El barro es el símbolo de la fragilidad del hombre; y el aliento, el símbolo de la vida. "Los creó hombre y mujer, a su imagen y semejanza", puesto que el hombre y la mujer son dueños de todo el universo en la medida en que son imagen de Dios; es decir, gobiernan el mundo con inteligencia y amor.La Biblia y la ciencia proponen dos perspectivas del mundo y de los hombres. La Biblia se interesa en el por qué de las cosas. La ciencia se pregunta por el cómo. Son dos perspectivas diferentes, pero complementarias, e incluso convergentes. La Biblia revela a los hombres el sentido de su existencia a fin de orientar la vida del creyente.El hombre colabora en la creación que es obra de Dios. Descubre las riquezas ocultas de la creación, inventa y halla constantemente nuevas posibilidades latentes en ese universo que Dios le ha confiado. En esto es imagen de su Creador. Pero el hombre, ¿puede permitirse todo aquello de lo que es capaz? De esa pregunta nace la moral. La inventiva del hombre ha de regirse por la ley del amor que recibe de Dios.El autor del Génesis habla del pecado original. El paraíso representa la felicidad inicial que Dios ha otorgado a Adán y Eva. Todo les ha sido dado. Pueden comer del fruto de todos los árboles, menos del "árbol del conocimiento del bien y del mal". He ahí su límite. El hombre no es el origen ni de sí mismo ni de su conciencia moral. No es él quien decide soberanamente sobre el bien y el mal, pero el hombre quiere ser como Dios y por esto se sirve del fruto del árbol que Dios se había reservado. El hombre actúa contra Dios y opta por comportarse sin Dios. Mediante el bautismo, el cristiano renace a la vida nueva en Cristo. Es liberado del pecado original, porque habita en él el Espíritu de Dios, que le ayuda a vivir del amor mismo de Dios.

El drama del hambre

Mons. Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos
Noviembre 2006

Lo dijo el Papa hace dos domingos: «Ochocientos millones de personas viven en una situación de desnutrición». Y añadió: «Demasiadas personas, especialmente niños, mueren de hambre» Se le hiela a uno la sangre con sólo escribir estas cifras. Porque es mucho el dolor que hay detrás de ellas. Dolor de quienes sufren la malnutrición y el hambre y de quienes se sienten impotentes para remediarlas. Sobre todo, cuando las víctimas son niños, ancianos y enfermos.Es fácil echar la culpa a Dios y escandalizarse de que permita estas cosas. Pero es más justo y sensato cargar con el peso de nuestra responsabilidad personal y social. Dios ha creado un mundo con recursos sobreabundantes para que a nadie le falte lo necesario para llevar una vida digna. Sobran bienes de producción y de consumo para todos los que vivimos en el mundo y para muchos más. Lo sabemos incluso los que no somos expertos en la materia. ¿Qué ocurre, entonces? Algo muy sencillo: Que los recursos son muy grandes, pero son todavía mayores las injusticias y la corrupción. «La mayor parte de los recursos del planeta se destinan a una minoría de la población». Son también palabras del Papa. Con este esquema, poco o nada se puede hacer. Si unos pocos se apropian de la inmensa mayoría de los bienes, no es extraño que la malnutrición, el hambre, la enfermedad y la muerte se enseñoreen del mundo.Juan Pablo II habló de «pecados que claman al cielo». El hambre de los inocentes y de los niños, cuando se provoca expresamente aunque sea de modo indirecto, es uno de ellos. ¿Cómo no va a clamar al Cielo que un quinto de la población se aproveche del ochenta por ciento de los bienes de la tierra y que se empleen en armamentos y guerras lo que Dios ha destinado a llenar de pan, de cultura, de bienestar las mesas de sus hijos hambrientos?Hay causas estructurales que están ligadas al sistema de la economía mundial. Para ello, es preciso cambiar la orientación del desarrollo mundial, de modo que no sean las leyes del neoliberalismo y del neoindividualismo quienes dinamicen las fuerzas económicas y sociales, sino las de la justicia, la solidaridad y el bien común. Los Gobiernos tienen aquí una enorme responsabilidad. Porque son ellos, quienes con sus acciones y omisiones, más contribuyen a que se trasvasen a las generaciones actuales y venideras problemas que ya deberían estar resueltos. No deberían excluir que pasen a la historia como los responsables de futuras revoluciones violentas. Pues la Televisión lleva hoy a todos los rincones situaciones enormemente diferenciadas y, por ello, irritantes y provocadoras. Junto a los Gobiernos, los trabajadores de los medios de comunicación. Es verdad que tantas veces no les resulta fácil ser veraces y creadores de una sana opinión pública. Porque el neoliberalismo se ha adueñado de ellos. Pero esta dificultad no les exime de su propia responsabilidad.Las familias tienen también unas responsabilidades específicas. Es preciso que inviertan el estilo de vida que impera actualmente. De modo que los hijos y los jóvenes sean educados sin tantos caprichos, con más sobriedad, con menos exigencias de cosas no necesarias, con mayor implicación en los sufrimientos ajenos, con un horizonte donde se valore más a las personas por sus virtudes humanas que por sus posesiones o triunfos.Los cristianos del siglo veintiuno tenemos aquí un panorama tan exigente como apasionante. El «tuve hambre y me disteis de comer», lejos de haberse borrado del evangelio, sigue gritándonos que será uno de los criterios con los que Dios juzgará nuestro paso por la tierra.

Ecología y Ecoética. La crisis ecológica es también un problema actual

Carta de Vicente Jiménez Zamora, Obispo de Osma-Soria
Marzo 2007

El primer libro de la Biblia define al hombre como imagen de Dios. Pero tal definición no convierte al hombre en la instancia delegada de un poder autocrático para abusar de la naturaleza, sino en el garante y custodio de la buena marcha de la Creación. En todo caso, es Dios, no el hombre, el único Señor de la Creación, ante el cual el hombre deberá responder de su gestión y administración.En las encíclicas sociales del Papa Juan Pablo II: Sollicitudo rei socialis (n. 26) y en la Centésssimus annus (nn. 37-38), se habla de que el respeto a la naturaleza reclama la necesidad de una ecología humana, que ayude a entender no sólo la tierra sino también el hombre como don de Dios, y la necesidad de una “ecología social”. El progreso de la técnica y el desarrollo de la naturaleza exigen un cultivo proporcionado de la dimensión moral y ética. La crisis ecológica es un problema también moral. Por eso la Ecología está exigiendo la “Ecoética”.El futuro de la Creación es, además, una invitación a la solidaridad y a la fraternidad. Las cosas creadas pueden convertirse en arma arrojadiza. Pero pueden y deben convertirse en ofrenda y en regalo. Tal modificación de significado no depende del cosmos, sino del hombre que lo habita, lo modifica y le otorga una significatividad. Si el hombre ha nacido del amor y en el amor encuentra su plenitud, la solidaridad humana que el amor genera y orienta pasa también por el respeto a la naturaleza.Nuestra sociedad, a pesar del desarrollo social y progreso económico, sigue generando nuevas formas de pobreza, hombres marginados, a veces, hasta desesperados. Pensemos, por ejemplo, en algunos inmigrantes que vienen a nuestra tierra. Hoy estamos invitados, desde la humanidad, la fe y el amor, a realizar gestos de generosidad, que pongan al servicio de los más pobres, los bienes y recursos que la técnica y el trabajo ponen en nuestras manos, sin miedo a empobrecernos y en aras de un amor solidario y fraterno.Hay que entrar en comunión con la Creación y el Creador a través de la contemplación, la soledad y el silencio. Ese hábito tan necesario en nuestra sociedad tan ruidosa y aturdida. Resulta difícil en nuestra época crear zonas de soledad y espacios de silencio, inmersos como estamos en el trajín de nuestras ocupaciones, en el bullicio de los acontecimientos, en el reclamo de los medios de comunicación social. Por eso encontramos no pocos obstáculos para la paz interior y los pensamientos, que deben caracterizar la existencia del hombre. Es difícil, pero también es posible lograrlo. Nuestra fe cristiana nos enseña a aceptar al Creador como Padre; a los hombres como hermanos; y a vivir el señorío bíblico sobre la Creación y la naturaleza. Es el esquema de un cambio de cultura y de modelo de existencia orientadas por la paz y el amor.

El cambio climático

Carta de Mons. Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de Barcelona
Julio 2007

La lucha contra el cambio climático ha sido uno de los puntos destacados de la reunión que celebraron en Alemania, el pasado mes de junio, los ocho países más industrializados del mundo -grupo conocido como el G8-, con la participación también de Rusia. Los ocho países coincidieron en la necesidad de reducir a la mitad los gases contaminantes antes del 2050. Por el momento no se tomaron compromisos concretos, pero se han puesto las bases para comenzar a discutir cómo se ha de hacer esta reducción, según explicó la canciller alemana Ángela Merkel.Evidentemente, los compromisos han sido pocos y a largo plazo, pero hay que tener presente que se ha logrado el compromiso de países como Estados Unidos, que hasta ahora siempre se ha negado a fijar un límite a la emisión de gases. El G8, en esta reunión, también se reunió con los cinco países emergentes más importantes del mundo (China, India, México, Brasil y Sudáfrica) para convencerles de la necesidad de unirse a la lucha contra el cambio climático.Cito estos hechos para recordar que la salvaguardia de la creación es una de las exigencias de la visión cristiana del mundo. Por esto, ha aumentado la sensibilidad de todas las confesiones cristianas ante los problemas planteados por un desarrollo insostenible y para no comprometer el equilibrio ecológico.La doctrina social de la Iglesia ha desarrollado un cuerpo doctrinal sobre el respeto a la naturaleza. Benedicto XVI lo dice explícitamente en su primera exhortación apostólica dirigida a toda la Iglesia: "La fundada preocupación por las condiciones ecológicas en que se encuentra la creación en muchas partes del mundo encuentra motivos de tranquilidad en la perspectiva de la esperanza cristiana, que nos compromete a actuar responsablemente en defensa de la creación".En efecto, como enseña el Santo Padre en este documento, en la relación entre la Eucaristía y el universo descubrimos la unidad del plan de Dios y se nos invita a descubrir la relación profunda entre la creación y la nueva creación, inaugurada con la resurrección de Jesucristo, el nuevo Adán. Porque no podemos olvidar que se da una maravillosa armonía entre el orden de la creación y el orden de la salvación, ya que es el mismo Dios el que crea y el que salva.De todas maneras, como enseñó el Concilio Vaticano II, la esperanza en un cielo nuevo y una tierra nuevas no nos ha de llevar a disminuir nuestro compromiso en favor de este cielo nuestro -la atmósfera terrena- y esta tierra nuestra que para el creyente son un don amoroso de Dios a la humanidad. "La creación -dice también Benedicto XVI- no es una realidad neutral, mera materia que se puede usar indiferentemente siguiendo el instinto humano. Más bien forma parte del plan bondadoso de Dios, por el que todos nosotros estamos llamados a ser hijos e hijas en el Unigénito de Dios, Jesucristo."El tiempo de verano y las vacaciones propician un contacto más intenso con la naturaleza. Para el creyente es una oportunidad para alabar a Dios y admirar la belleza de su obra, no sólo en sus grandes manifestaciones naturales, sino también en las obras más pequeñas, como una flor, una hierba o la policromía de un fruto.